lunes, 14 de noviembre de 2016

Homilía por los 70 Años


Las lecturas del día de hoy nos hablan de gratitud, satisfacción por lo que Dios ha hecho por nosotros, esperanza en el futuro, sentimientos que todos compartimos en este día de celebración.

¿Pero qué pasó exactamente hace 70 años y qué celebramos en concreto? El 2 de julio de 1946 el presidente Velasco Ibarra aprobó mediante decreto la creación de universidades particulares. El 6 de agosto el ministerio de Educación aprobó los estatutos de la Universidad Católica. El 26 de septiembre el mismo ministerio autorizó el funcionamiento del primer curso de la facultad de jurisprudencia. El 4 de noviembre a las 8 am se tuvo la misa inaugural, y a las 11 am, el acto académico por el inicio de actividades. El 5 de noviembre 52 jóvenes empezaron clases en la facultad de jurisprudencia, la única entonces.

Celebramos entonces un acontecimiento que no se limita a algunas fechas puntuales, aunque el día tradicional sea desde entonces el 4 de noviembre. Pero lo que aconteció no fue únicamente la fundación de nuestra universidad sino algo más que nos descubre la mirada de fe. Hace 70 años, Dios suscitó un pequeño grupo de laicos que tomaron muy en serio el mandato del Señor resucitado: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos”, y lo tradujeron al campo de la educación superior, con los magníficos resultados que conocemos.  Los 52 estudiantes iniciales se han transformado en aproximadamente 36.500 graduados hasta el día de hoy solo en Quito, y los modestos inicios en la casona de la calle Bolívar dieron paso a una sólida universidad que no se ve con indiferencia en el país.

Al igual que entonces, quienes vivimos la universidad de hoy, somos parte de un proyecto que nos trasciende, y que el evangelio de hoy explica como la misión de Jesús. En efecto, Nuestro Señor recibe de su Padre una misión e invita a sus seguidores a participar en esta misión. Estos seguidores no son ni dueños ni protagonistas de la misión, sino simples co-laboradores de Jesús en su misión de construir el Reino de Dios en la tierra.

Ser parte de un proyecto más grande que nosotros mismos me parece que es la actitud de fe que puede llenar de sentido semanas y semanas de trabajo duras y aburridas. Además de la frase que dirige Jesús a sus discípulos, “sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de los tiempos”, hemos de apoyarnos siempre en la certeza que la PUCE no está para cosas pequeñas ni para llenar de profesionales el “mercado laboral”, como se dice. Nuestra universidad se define por un objetivo transformacional en la vida de las personas y de la sociedad, y si dejamos de ser eso, quizás sigamos siendo universidad, pero dejaremos de ser universidad católica.

Por todo esto, celebremos y agradezcamos el haber sido invitados por Dios a ser colaboradores de su misión transformadora mediante esta institución llamada universidad.  Si la universidad es para nosotros un mero lugar de trabajo, sin duda nos irá bien, y alcanzaremos una feliz jubilación como tantos otros que nos precedieron, y esto está muy bien. Pero si la universidad se convierte en nuestro espacio de realización como personas y cristianos, como discípulos y misioneros de Jesús, entonces podremos escuchar a San Pablo diciéndonos lo que decía a los filipenses de su tiempo: “Estoy convencido que Dios que comenzó en ustedes una obra tan buena, la llevará a feliz término para el día en que Cristo Jesús se manifieste”.

lunes, 31 de octubre de 2016

PUCE Quito. Incorporaciones

   La culminación de los estudios universitarios es uno de los mejores momentos de la vida. Cierra una etapa e inicia otra en el irreversible camino hacia la madurez humana. Con el acto académico de esta noche, queridos jóvenes, ustedes no solo se incorporan a sus respectivas profesiones. Ustedes atraviesan hoy una puerta sobre la cual no volverán, y esto seguramente los marcará de por vida.
Ante todo los felicito por haber llegado felizmente al término de este esfuerzo, y por haberlo hecho por sus propios méritos. Consiguieron lo que se propusieron y ahora están listos para apuntar a horizontes de mayor altura. 

   Además de felicitarlos, deseo compartir con graduados y familiares una reflexión sobre lo que me parece importante que recuerden de estos años. Al finalizar una etapa de la vida, todos hacemos el balance de lo que debemos dejar y de lo que conviene llevar a la siguiente etapa. Por esto quiero invitarlos a pensar en una de las características esenciales de nuestra universidad que espero los haya marcado a fondo en estos años y les sirva para orientar sus vidas en el futuro próximo y lejano.
Sabemos que la PUCE es una universidad católica. Sin embargo, de tanto oírlo apenas significa algo ahora. Con el adjetivo “católico” o “católica” pasa lo mismo que con muchas palabras grandes e importantes: su continuo uso y abuso termina por  desgastar la palabra.

   Es bueno entonces que nos preguntemos: ¿Puede una universidad ser “católica” o basta con que sea únicamente universidad? Sí parece razonable hablar de moral católica o religión católica, porque estas expresiones describen un tipo especial de religión o un cierto enfoque moral relacionado con una religión. Pero hay ciertas realidades a las cuales no cabe aplicar el adjetivo “católico” porque nos sonaría mal, nos resultaría impropio. Hablar de “matemáticas católicas” o de una “autopista católica” no tiene sentido, si se quiere hablar en serio. Para que las palabras todavía signifiquen algo hay que cuidarse de abusar de ellas.

 Pues bien, para algunos la universidad católica pertenece a este tipo de realidades: es un contrasentido porque la universidad – es lo que nos dicen – debe ser universidad, sin adjetivos. Llamarla “católica”, “libre”, “popular”, no solo que no añadiría nada sino que desvirtuaría la substancia de esta institución milenaria.

  Yo quiero sostener que una universidad puede ser al mismo tiempo universidad y católica. Puede ser lo uno sin dejar de ser lo otro. Debo aclarar de entrada que no entiendo por universidad católica una universidad para católicos o una empeñada en convertir a estudiantes indecisos en católicos fervientes. Luego del cambio de mentalidad en la Iglesia y en razón del Estado laico en que vivimos, la Iglesia defiende el derecho humano a la libertad de creencia, de manera que admitimos alumnos independientemente de sus convicciones religiosas o filosóficas. Hacerlo así sería no solo discriminatorio sino nada católico. 

  Tampoco es cierto que el objetivo de una universidad católica sea el convertir sus estudiantes al catolicismo. Del mismo modo que sería discriminatorio admitir estudiantes en función de sus creencias, sería atentatorio a los derechos humanos el presionarlos para que adquieran una determinada religión. Tanto más cuanto la fe es una decisión libre y personal. Si así se hiciera, la institución sería muy católica pero poco o nada universitaria. De hecho, a las seis sedes de nuestra universidad asisten estudiantes de diversas orientaciones religiosas o filosóficas o ninguna en particular, y todos ellos son tratados con la misma consideración y respeto por la institución, como es propio de una institución moderna y de cultura democrática. 

  ¿Cómo entonces una universidad puede ser católica sin dejar de ser universidad? Quiero sostener que católica será aquella universidad que forme al estudiante a ejercer su profesión de un determinado modo y con un sentido bien definido. La catolicidad no le viene por las carreras o asignaturas que enseñe, al menos no en primer lugar, ni por el prestigio que adquiera o los temas que aborden sus publicaciones, sino por la propuesta de sentido con la que se identifique y que ofrezca a los profesionales que se forman en sus aulas.

  En mi opinión, lo católico y cristiano puede resumirse en estos tres objetivos vitales y laborales: amar más, contribuir a reducir el sufrimiento y crecer juntos en humanidad.

  Vivimos en sociedades divididas, con individuos solos que pueblan un mundo roto. El planeta necesita ser reconciliado en estas tres dimensiones: social, personal y ambiental. Quien se considera católico o católica debe practicar y predicar esta actitud que San Juan Pablo II define como la constante voluntad de buscar el bien del otro. Para simplificar, la tradición católica la ha llamado “amor”, pero esto siempre trae el riesgo de identificar esta actitud con un afecto o sentimiento. Sin embargo, el amor en clave cristiana es también solidaridad, perdón de los enemigos, compromiso con las grandes causas, responsabilidad con las generaciones futuras, y sí, también relaciones afectivas y maduras de pareja o de amistad. 

  En el mundo en que vivimos el sufrimiento existe y es inevitable. Podemos ocultarlo cambiando de canal o sublimarlo buscándole una explicación atribuible a Dios, el destino, la mala suerte, el karma o quién sabe qué entidad sobre natural. Hay que erradicar el sufrimiento en la sociedad y en nosotros mismos, y esto es también parte de la cosmovisión cristiana, más aún cuando la sociedad cuenta con una enorme panoplia de medios técnicos y científicos para hacerlo. Y cuando la erradicación se vuelve imposible, porque así es, todavía hay que combatirlo manteniéndonos dignos ante las diversas fuentes del sufrimiento humano. Contribuir a la disminución del sufrimiento es el segundo objetivo vital del cristiano católico.

  Por otra parte debemos reconocer que esta sociedad es despiadada. En este momento, si no ha sido antes, seguramente ya han descubierto el poder de las muchas fuerzas destructoras a las que estamos expuestos: desde nuestros propios demonios interiores hasta las costumbres y valores de una sociedad que valora la acumulación material por encima de todo. Pues bien, crecer como seres humanos, y crecer juntos, apoyándonos unos a otros, es el tercer objetivo de una actitud vital que se puede considerar católica. En nuestro modelo formativo llamamos a esta objetivo la formación integral porque no podemos promover lo que yo llamaría la hipertrofia profesional: sujetos con grandes cabezas pero con pobres corazones, con hábiles manos para hacer dinero pero torpes para ofrecerlas a los caídos en el camino. 

  Ahora bien, ¿qué tiene que ver nuestra universidad con todo lo dicho hasta aquí? He querido decir fundamentalmente dos cosas. Primero, que el profesional que sale de nuestras aulas será uno de los mejores del país y encontrará trabajo con toda seguridad. Una encuesta de Cedatos con fecha 2015 nos dice que nuestros graduados tienen el 97% de empleabilidad. Para esto somos universidad, y por esto somos una de las mejores del país. 

  En segundo lugar, aspiramos al mismo tiempo que nuestros estudiantes y graduados hagan de su ejercicio profesional su contribución a un mundo donde sea posible amar más, sufrir menos y crecer juntos en humanidad. En este sentido la universidad se reconoce abiertamente católica. No por proselitista, como ya lo expliqué, sino porque fomenta un modo particular de ser profesional y persona humana.

  Permítanme insistir un poco más sobre esta idea. Lo propio de los profesionales que se gradúan en la Universidad Católica no es la combinación entre actividad profesional por un lado y servicio social o voluntariado o actividad filantrópica, por el otro; todo esto está bien, pero no marca lo esencial de nuestro modelo formativo. No es nuestro interés sugerirles que trabajen duro de lunes a viernes y el sábado lo reserven para visitar niños enfermos. Lo característico de nuestros graduados, al menos tal es nuestra aspiración, es que hacen del ejercicio profesional una herramienta, su herramienta para inventar un mundo más amable, menos brutal y donde quepan todos. 

  Queridos jóvenes: hoy ustedes dejan la universidad para siempre. Pero la esperanza de quienes nos quedamos como docentes o administrativos es que la universidad no los deje nunca, que ustedes se lleven en sus maletas tanto su dimensión universitaria, como su sello católico, tal como he intentado explicar. 

  Dicen los expertos que el mundo avanza tan rápido que los conocimientos de la humanidad quedan obsoletos cada cinco años. Si de la universidad se llevan solo conocimientos, al cabo de cinco años estarán desactualizados, y gustosos los recibiremos para su segunda carrera. Pero si al cabo de estos años han aprendido que un mundo con más amor, menos sufrimiento y más humanidad es una buena razón para ser excelentes profesionales, del campo que sean, todos los esfuerzos de sus padres y docentes habrán valido la pena, y la universidad se sentirá muy honrada gracias a ustedes.

  Que el Buen Dios les acompañe en el futuro así como ha sabido bendecirlos con el éxito bien merecido por el cual hoy todos nos alegramos.

Muchas gracias por su atención.

Quito, 07 de octubre 2016
Cordialmente Fernando Ponce León, S.J.
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector

miércoles, 19 de octubre de 2016

"Visión empresarial de la universidad del futuro” evento por los 70 años de la PUCE

   Sean todos y todas bienvenidos esta mañana a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, bienvenidos a este evento que hace parte de la conmemoración de nuestros 70 años de servicio al país. De manera especial, muchas gracias a los distinguidos expositores porque nos ayudarán a entender un tema muy debatido pero no siempre profundizado con igual intensidad: la visión empresarial de la universidad del futuro.

   El título de este evento puede entenderse de tres maneras. En primer lugar parece que pregunta por la manera en que el mundo de la empresa ve a la universidad que vendrá. Sabemos que empresa y universidad son actores fundamentales de la sociedad civil, esencialmente distintos pero muy relacionados. Solo recordemos que el modelo que sigue la universidad ecuatoriana está inspirado en el llamado “napoleónico”, que es aquel que favorece una universidad formadora de profesionales. En este caso es fundamental entender qué esperan los empleadores de los profesionales que contratarán y que la universidad se encarga de preparar. Más importante todavía, es crucial saber cómo debemos formar a los jóvenes para que encuentren un trabajo y sean felices y exitosos en él. Dicho sea de paso, una reciente encuesta de Cedatos, con fecha 2015, dice que la PUCE tiene el 97% de empleabilidad, lo cual nos alegra pero no evita el que sigamos planteándonos estas dos preguntas.

   En segundo lugar, el título de este evento también podría significar que nos interrogamos por la visión empresarial que debería tener la universidad del futuro. Sin ser estrictamente una empresa, y obviamente no una empresa lucrativa, ¿qué puede aprender una universidad que se proyecta al futuro, como nosotros, de las técnicas de gestión, de los valores pragmáticos y de la orientación a los resultados que caracterizan idealmente una empresa? Estoy convencido que no somos una empresa en la medida que nuestra materia prima es el conocimiento, el cual es bien público y no es susceptible de compra y venta como cualquier otro servicio. Pero sí debemos tener comportamientos empresariales precisamente porque nuestra responsabilidad es grande. ¿Qué comportamientos de este tipo se compaginan con el paciente esfuerzo de crear conocimientos o estimular en los jóvenes las ganas de aprender? No hay fácil respuesta a esta pregunta.

   En tercer lugar, el título podría indicar que queremos conocer qué es tener visión empresarial en el contexto del futuro de la universidad. No  solo necesitamos saber cómo manejar eficazmente una universidad, en el sentido de la anterior interpretación, sino que queremos fomentar el emprendimiento como actitud catalizadora del aprendizaje futuro. La proliferación de las TICs tiene muchas cosas buenas, una de ellas es que facilita, para el que quiere, la proactividad en la búsqueda de información y en su transformación en conocimiento. ¿Qué espacio futuro le queda entonces al docente acostumbrado a “transmitir conocimientos”, como se suele decir?

   El tema de esta mañana da para mucho. Ya sea que ahondemos la relación entre universidad, trabajo y necesidades empresariales para el desarrollo del país, o que identifiquemos los mejores comportamientos empresariales adaptables a la gestión del conocimiento o que, finalmente, tratemos de la virtud emprendedora como vector del aprendizaje, son muchas las preguntas que el futuro de la universidad necesita abordar.

  Pero ustedes no han venido a escucharme y por esto aquí me detengo. Dejo ahora la palabra a nuestros ponentes: todos ellos han pasado exitosamente por la universidad y lideran con éxito empresas y asociaciones. Quién mejor que ellos para brindarnos luces sobre el tema de esta mañana y así honrar con su presencia e ideas el septuagésimo aniversario de nuestra fundación.
Muchas gracias por su atención.

Quito, 13 de octubre 2016
Cordialmente Fernando Ponce León, S.J.
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector

viernes, 14 de octubre de 2016

Diálogo entre Rectores - Evento por los 70 años de la PUCE

   Sean todos y todas bienvenidos esta mañana a la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, bienvenidos a este evento que hace parte de la conmemoración de nuestros 70 años de servicio al país. De manera especial, muchas gracias apreciados rectores porque gracias a su presencia y sus reflexiones hoy podemos decir que el 10% de las universidades del país compartirá sus esperanzas y temores de cara al futuro, de manera fraterna y académica, y esto no es un hecho banal en nuestra sociedad.



   Al escribir el título de este evento, dudamos sobre las palabras a utilizar. Un problema es una dificultad en el camino que hipotéticamente tiene solución, de modo que la actitud correcta es buscar esta solución para retirar el impedimento y seguir adelante en el trayecto. Una aporía es un camino que en sí mismo es una dificultad porque no lleva a ninguna parte. Un reto – el término por el que nos decidimos – significa también una dificultad en el camino, que también necesita ser resuelta, como el problema. Pero a diferencia de éste, el reto enfatiza el efecto que se produce en el descubridor de la solución, antes que en esta misma. Si vemos las dificultades como problemas nos concentraremos en buscar soluciones. Si las consideramos retos, nos enfocaremos en ser mejores –personas, grupos o instituciones – gracias al acto de resolver dificultades. En resumen, los problemas se solucionan, los retos nos vuelven mejores.

   Esta es entonces la pregunta subyacente tras el diálogo de esta mañana: ¿en qué, y cómo, vamos a mejorar nosotros, las universidades, cuando procesemos las cuestiones que nos agobian, presentes y futuras? Porque no se trata únicamente de sobre vivir respondiendo audazmente a los impedimentos en nuestro caminar, sino de vivir bien como universitarios íntegros, si me permiten parafrasear al filósofo Aristóteles. No se trata solo de mantener instituciones sostenibles en el tiempo, sino sobre todo de ofrecer al país mejores personas en todos los aspectos, sean docentes, gestores, investigadores, o estudiantes.


   Los cinco rectores que hoy nos acompañan son expertos en identificar problemas, en transformarlos en retos para sus instituciones y en resolverlos. Sus reflexiones son de mucha importancia para la Pontificia Universidad Católica del Ecuador porque nos darán luces sobre una pregunta que nos hace el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si: “¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes nos sucedan?” (n. 160). Es verdad que no todos los retos de la universidad son igualmente de la sociedad, ni todos los retos societales son en la misma medida de la universidad. Pero sí es cierto que una mejor universidad, una que sale airosa de los problemas presentes y de los que podamos prever para el futuro, aportará notablemente a la construcción de un Ecuador mejor, para el caso de nuestras universidades.


   En este sentido, pensar la universidad no es un acto meramente teórico, sino un acto de compromiso cívico, de esos que tanta falta hacen hoy y siempre. 
Estimados amigos y amigas, dejo ahora la palabra a nuestros expositores a quienes agradezco nuevamente por su valiosa participación, con la cual honran nuestro septuagésimo aniversario de existencia. Gracias a todos por su atención.

Quito, 06 de octubre, 2016
Cordialmente Fernando Ponce León, S.J.
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector


viernes, 19 de agosto de 2016

El qué y el porqué de la Reforma del Artículo 30 de la LOES

El día 18 de agosto las universidades dichas cofinanciadas y la SENESCYT firmamos un acuerdo para presentar conjuntamente a la Asamblea Nacional una propuesta de reforma al artículo 30 de la LOES. El texto va en adjunto para que lo puedan leer y estudiar. En lo esencial, la propuesta de reforma apunta a un cambio en la forma de entregar recursos estatales a ocho universidades particulares que hoy recibimos rentas y asignaciones estatales. Antes, el Estado entregaba estos recursos según una fórmula que consideraba varios parámetros, entre ellos el número de estudiantes, la calidad académica, la eficiencia administrativa, con el compromiso de la universidad receptora de becar estudiantes de escasos recursos con estos fondos. Ahora, el Estado los distribuirá según el número de estudiantes de escasos recursos becados por la SENESCYT que se matriculen en las universidades cofinanciadas. En otro lenguaje, se pasa del financiamiento de la oferta al financiamiento de la demanda. 

¿Por qué la PUCE trabajó para alcanzar este acuerdo? Si el sistema funciona bien, y nos empeñaremos desde ahora en que así sea, más estudiantes de escasos recursos tendrán acceso al tipo de educación que ofrecemos a la sociedad. En razón de nuestros propios valores no podemos admitir que limitaciones socio económicas o sociales impidan que un importante número de jóvenes ecuatorianos reciban la formación humanística, integral y con impacto social de la que muchos se han beneficiado durante nuestros setenta años de servicio a la sociedad.

Las reuniones conducentes al acuerdo comenzaron con suspicacias de parte y parte, y seguramente no todas han desaparecido. Pero decidimos dar un paso en dirección del diálogo abierto y franco porque la confianza, por más frágil que resulte, construye mucho más que la sospecha, por sólida que parezca. Hoy tenemos un nuevo mecanismo de distribución de recursos que se probará en los actos, y sobre todo una forma de colaborar que pone por delante el objetivo común de la educación como bien público y reconoce las diversas maneras que tiene el Estado, la sociedad civil y las iglesias de contribuir a él. 

Quito, 19 de agosto 2016

Cordialmente

Fernando Ponce León, S.J.
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector

viernes, 22 de julio de 2016

Que el SRI recoja las plumas

Un hombre fue a confesarse en la iglesia. “Me acuso, padre, de haber hablado mal de mi vecina ante mis amigos. Pero ya me arrepentí y pido disculpas”. Le respondió el sacerdote: “está bien que te des cuenta de tu pecado y que te arrepientas. Como penitencia, deberás subir con una gallina a lo alto de la torre de esta iglesia. Allí la desplumarás y dejarás que el viento se lleve las plumas. Luego bajarás y recogerás todas las plumas en un saco. Entonces quedarás perdonado”.

“¡Eso es imposible, padre!”, respondió el buen hombre. “Puedo desplumar a la gallina pero luego recoger las plumas una vez que el viento se las lleve, ¡no se puede hacer!”, continuó angustiado el penitente.

“Eso mismo pasa con la calumnia, hijo mío. Una vez dicha es imposible reparar el daño causado aunque se pidan disculpas insistentemente”, sentenció el confesor.

Días atrás el SRI acusó a la Universidad Espíritu Santo de irregularidades, y ahora dicen que se equivocaron. Muy bien, que recojan sus palabras que ahora circulan por los muchos rincones de nuestra sociedad.

Fernando Ponce León, SJ
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector

martes, 19 de julio de 2016

Vamos aclarando el Panorama

Las generalizaciones suelen confundir, más si las hacen autoridades importantes. ¿En qué líos se andan metiendo las universidades ecuatorianas? Al parecer, todas las universidades privadas son máquinas de hacer dinero, de estafar al SRI y de comerse a los jóvenes de la patria. ¿Será verdad?
Vamos aclarando el panorama. En mi opinión, hay cuatro cuestiones de la coyuntura universitaria que no tocan a todas por igual ni en el mismo sentido.

  1. Las asignaciones atrasadas. Desde enero 2016 el Estado ecuatoriano debe a 8 universidades ecuatorianas las asignaciones y rentas que les corresponden por ley. O sea, 7 meses que no se cumple este punto de la Constitución. La situación económica, ya sabemos. La Constitución, pareciera que lo olvidamos.
  2. Panama Papers. Algunas universidades privadas han sido recientemente acusadas de tener vínculos con paraísos fiscales y otras irregularidades. El asunto es complejo, pero lo que sí está clarísimo es que no es lo mismo que lo anterior. Ni esta cuestión sirve para tapar la anterior.
  3. Las universidades internacionales. Dos universidades cubiertas por convenios internacionales están siendo acusadas de mal utilizar estos convenios. Tiene algo que ver con el punto 1, pero no es lo mismo que el punto 1 ni el punto 2.
  4. Universidades públicas intervenidas. No necesitaron de los Panama Papers para resbalar. Se trata, en apariencia, de pura viveza criolla.
Son cuatro cuestiones pero puede haber más. El punto es distinguir para comprender y comprender para apreciar con justeza la situación de cada universidad.
Rectorado
PUCE
19 de julio de 2016




jueves, 16 de junio de 2016

Inauguración edificio CISeAL

Quiero comenzar con un sincero agradecimiento a todos ustedes por venir: a las autoridades del Estado Ecuatoriano, a la Universidad de Ohio encabezada por el Vicepresidente de Investigaciones y Actividades Creativas, el Dr. Joe Shields, al igual que a las demás autoridades y representantes de entidades y organizaciones amigas. Con su presencia nos están diciendo que ustedes tanto como nosotros tienen grandes esperanzas en este centro de investigación que hoy ponemos a disposición de la sociedad ecuatoriana y latinoamericana, y esto es un gran estímulo para seguir trabajando.



La Universidad de Ohio y la Pontificia Universidad Católica son instituciones reconocidas en sus respectivos países por su producción investigativa, especialmente en los campos de la salud y la vida. Era por consiguiente natural que unieran sus fuerzas hace 16 años para crear el Centro de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Crónicas, que hoy cambia de nombre y de edificio. Es justamente esta mudanza la mejor prueba que el partenariado original fue una buena idea que hoy alcanza una velocidad superior.



La investigación debe estar al servicio del buen vivir de las personas y comunidades, no en función de la gloria institucional ni del prestigio de los investigadores. Esta es una de las principales convicciones del CISeAL y sobre todo una de sus principales realizaciones. Es bueno saber que este centro de investigaciones ha sido el lugar que ha evaluado y acreditado el tamizaje de sangre realizado por los bancos de sangre del Ecuador, en coordinación con el Ministerio de Salud Pública. Otra forma en que nuestra investigación sirve al bienestar de las personas está en la elección de los temas de estudio: actualmente se investigan el virus del Zika, enfermedades como el mal de Chagas, dengue, malaria, diabetes y enfermedades transmitidas por transfusiones de sangre, entre otras. Un tercer ejemplo también debe ser mencionado: la iniciativa vivir saludable. Nuestro centro desarrolla un programa interdisciplinar en la Provincia de Loja donde investiga y aplica mejoras de las condiciones de vida tendientes a la prevención del mal de chagas. Hasta la fecha, la iniciativa vivir saludable ha facilitado la construcción de sistemas de agua, centros comunitarios y proyectos de generación de ingresos, incluyendo una asociación artesanal y una fábrica de adobes. Asimismo, ha reconstruido total o mejorado parcialmente seis viviendas a través del proyecto Hogares Saludables para Vivir Saludable, una iniciativa que busca impedir la entrada de insectos transmisores de Chagas y otras enfermedades a los hogares.



La investigación se hace en equipo, en razón de la magnitud y complejidad de los problemas de salud de la población. Esta es una segunda convicción del centro que debo resaltar. Y es precisamente por este motivo que el CISeAL se constituye como una plataforma para la investigación regional, en América Latina y para América Latina. Si hemos construido un edificio de 6 pisos, con espacio para aproximadamente 300 investigadores, es porque tenemos la ambición de convocar a investigadores del Ecuador y del mundo entero a que participen de un proyecto abierto. Ninguna de nuestras dos universidades, Ohio y la PUCE, puede ni quiere llevar por si sola las investigaciones que hoy se requieren para luchar contra las enfermedades más comunes de América Latina. Pero a diferencia de otras iniciativas que consisten en pedir, clamar y reclamar el trabajo colaborativo, nosotros decimos a los colegas científicos: hoy ponemos a su disposición una infraestructura de 6 millones de dólares; vengan y contribuyan con sus talentos. Las poblaciones del Ecuador y de América Latina serán las únicas ganadoras.



En este punto valga la pena reconocer públicamente todo el apoyo brindado por el P. Manuel Corrales, quien durante su rectorado creyó firmemente en el potencial de este centro de investigaciones e hizo todo lo que estuvo a su alcance para que hoy podamos contemplar esta maravillosa realización.



Estimados amigos presentes, esta nave ya está construida; tiene todavía que equiparse un poco más pero ya está lista para despegar hacia el horizonte utópico de un vivir saludable para nuestra población, especialmente la más vulnerable. Contamos con todos ustedes para alcanzar este sueño, tan ambicioso como necesario.

Muchas gracias.

Fernando Ponce León, S.J. 
Campus Nayón
14 de junio 2016

Inauguración del IV Encuentro Internacional de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical

Para la Pontificia Universidad Católica del Ecuador es un gran honor ser la anfitriona de este cuarto encuentro de académicos del Ecuador y otras partes del mundo dedicados a la investigación sobre enfermedades infecciosas, en el ámbito de la medicina tropical. Sean todos bienvenidos en esta su universidad.

Quisiera decir a los asistentes a este evento académico que la PUCE es uno de los mejores lugares del país para este tipo de encuentros. Llevamos 70 años construyendo la capacidad de investigación, enseñanza y servicio a la sociedad que hoy ponemos a su disposición. En efecto, en1946 esta universidad fue fundada como una alternativa de la sociedad civil ante la educación superior estatal. Inspirados en la cosmovisión cristiana y católica, hemos montado una propuesta educativa de carácter humanista que hoy es bien recibida por la comunidad científica. De hecho, en los diversos rankings universitarios internacionales, figuramos siempre en los dos primeros lugares de las universidades ecuatorianas. Así por ejemplo, recientemente la revista Nature nos puso en el primer lugar de las instituciones ecuatorianas por el número y calidad de los artículos producidos por profesores de esta universidad.

Así como somos reconocidos por la investigación, también nuestros servicios a la colectividad son importantes. En este año, y solo para citar este ejemplo, la SENESCYT, que es el organismo estatal a cargo de las políticas públicas para la educación superior, ciencia y tecnología, nos concedió el premio nacional Matilde Hidalgo de Prócel por nuestros proyectos de vinculación con la colectividad.
Menciono la investigación y la vinculación con la colectividad porque creo firmemente que la investigación debe ser una de las maneras que tenemos las universidades para contribuir a un mundo más justo, fraterno y sostenible. El encuentro que hoy inauguramos así lo entiende y en función de este horizonte se han organizado las distintas actividades. Por tanto no voy a predicar a convencidos, pero sí quiero insistir que la PUCE está honrada por albergar un encuentro académico que contribuye a la realización de sus principios y valores, y ustedes participantes pueden estar seguros que están en el lugar adecuado por sus créditos académicos y la amplitud de sus relaciones nacionales e internacionales de la cuales nos beneficiamos.

Para terminar, quisiera informarles que en un reciente ejercicio de planificación estratégica nos fijamos como meta para el año 2020 ser el referente nacional en formación integral e inclusiva con impacto social. Agradezco su presencia porque con su apoyo vamos con toda seguridad por el camino correcto hacia el objetivo que nos hemos planteado para los próximos cinco años.
Queda pues inaugurado el IV Encuentro Internacional de Investigación 

en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical que espero sea de mucho provecho para todos los asistentes. 

Muchas gracias.

Dr. Fernando Ponce León, S.J.
13 de junio 2016
PUCE

miércoles, 8 de junio de 2016

Introducción al Discurso del Profesor Ha-Joon Chang

La Pontificia Universidad Católica del Ecuador recibe esta tarde con mucho agrado al profesor Ha-Joon Chang, así como al señor Lee, embajador de la República de Corea en el Ecuador y al señor Andrés Arauz, Ministro Coordinador de Conocimiento y Talento Humano. Ustedes, señores, son académicos y por tanto estoy seguro que al desearles la bienvenida en esta casa de estudios, se sentirán en terreno conocido, con un público deseoso de escuchar las ideas del Dr. Chang y dispuesto a preguntar y debatir.



Además de un gusto, es un honor recibir al Dr. Chang para esta conferencia en el año en que nuestra universidad celebra 70 años de su existencia. En un punto en que, agradecidos con nuestro pasado, miramos creativamente el futuro que queremos construir, este evento significa que aspiramos a ser tanto o más relevantes para el país como lo hemos sido hasta ahora.

El Proceso de Desarrollo Económico de la república de Corea tiene ciertamente lecciones para nuestro país, más todavía en un mundo globalizado como el actual, y sobre esto escucharemos en breve a uno de los mejores expertos mundiales sobre la materia. Pero antes quisiera compartir con ustedes un par de ideas sobre por qué nuestra universidad patrocina esta conferencia.

Cuando el Ministro Arauz nos propuso trabajar juntos para la realización de este evento académico y la conferencia de prensa previa, aceptamos con todo gusto porque como universidad y como universidad pontificia y católica sentimos el deber de contribuir a toda reflexión tendiente a entender mejor las relaciones entre desarrollo económico y desarrollo integral y sostenible del país.

Una universidad como la nuestra, con una facultad de economía tan productiva y tan respetada, tiene naturalmente que favorecer intercambios intelectuales sobre cuestiones relevantes para el país. Hasta aquí no hay nada nuevo porque toda universidad con estudios de economía haría lo mismo. Sin embargo, incluso si no tuviéramos una facultad de economía, la PUCE debería promover debates sobre el desarrollo económico del país por una razón simple: el mundo está mal hecho, parte de este desorden se debe al descontrol de la economía, y para este mundo, mal hecho pero mejorable, estamos preparando a nuestros estudiantes.

Desde el comienzo de su pontificado, el Papa Francisco ha llamado reiteradamente tanto a la Iglesia como a la sociedad en general a conceder atención a los asuntos relacionados con la justicia en la economía global de nuestros días. En un pasaje célebre de su exhortación apostólica Evangelii Gaudium dice “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no’ a una economía de la exclusión y la inequidad. Esa economía mata” (EG, n. 53). Provocadoramente escribe que “la inequidad es la raíz de los males sociales”, incluidas la pobreza y la exclusión. Afrontar estos males requerirá renunciar a “la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera” y superar “las causas estructurales de la inequidad” (EG, n. 202). Además, “la alianza entre la economía y la tecnología termina dejando afuera lo que no forma parte de sus intereses inmediatos” (LS, n. 54). En el lado positivo, sin embargo, el Papa Francisco invita a un aumento de lo que el Papa San Juan Pablo II llamó “la virtud de la solidaridad”, esto es, “la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común, es decir, por el bien de todos y cada uno” (SRS, n. 38).



El mundo está mal hecho, política y económicamente, pero lo podemos mejorar. La escandalosa concentración de la riqueza en América Latina y en el Ecuador, solo para referirme a este hecho, no es una fatalidad sino el producto de decisiones concretas de grupos y personas con nombre y apellido. Mucha solidaridad y compromiso se necesitan para revertir este desorden establecido. Más todavía – y con esto empiezo a cerrar mi intervención – es imprescindible entender cómo este instrumento que es el conocimiento económico, teórico y aplicado, puede utilizarse para el bienestar general de todos y todas.

Nacido en Seúl, Corea del Sur hace 52 años, el doctor Ha-Joon Chang vive en el Reino Unido desde 1986. Desde el año 1990 es profesor de la Facultad de Economía y del programa de Estudios para el desarrollo de la Universidad de Cambridge. Autor de 11 libros, coautor de otros 4, editor de 6 más, el Dr. Chang ha escrito hasta ahora unos 50 artículos científicos y 56 capítulos en libros colectivos. Este economista heterodoxo, especializado en la economía del desarrollo, que trabaja dentro del paradigma de la nueva economía institucional y es un crítico importante del capitalismo, ha sido considerado uno de los 20 economistas más importantes del mundo, por Prospect magazine en el año 2013.

Sin más preámbulos ya es tiempo que escuchemos y apreciemos por nosotros mismos al Dr. Chang. Lo recibimos con un fuerte aplauso.

Fernando Ponce León, S.J.
Centro Cultural
6 de junio 2016

lunes, 4 de abril de 2016

Mensaje en la Inauguración del X Encuentro Ecuatoriano de Filosofía

Quito, 4 de abril de 2016

Me alegra dirigirme a ustedes para darles la bienvenida e inaugurar este décimo encuentro ecuatoriano de filosofía que tanto hemos esperado. Como profesor de filosofía me encantaría estar en el lugar que ustedes ocupan e involucrarme de lleno en las actividades de estos cinco días. Pero ya que me encuentro aquí donde estoy tengan la plena seguridad que la Pontifica Universidad Católica del Ecuador celebra este evento y se enorgullece de él ahora que conmemoramos setenta años de contribución al bien común del país desde nuestra particular vocación como universidad de inspiración católica y pedagogía ignaciana. 

Este encuentro de filosofía ha de entenderse como parte de un esfuerzo colectivo transgeneracional por posicionar el pensamiento filosófico en el país. Como lo recuerda el Dr. Carlos Paladines, profesor por muchos años de esta universidad, el arranque de este empeño colectivo se produjo en 1976 (2011, págs. 148-149). “En la primera semana de febrero del año en curso – dice un reporte de la época – el Departamento de Filosofía y su Asociación de Estudiantes organizó un ‘Encuentro de Filosofía’ sobre ‘La crisis de la Razón’” (Paladines, Entrega, 1976 mayo, pág. 7). 

Es importante subrayar que ese primer encuentro de filosofía se realizó en un ambiente de renovación del pensamiento y la gestión universitaria impulsado por el rector de entonces, el jesuita Hernán Malo González. Su programa de “ecuatorianización de la universidad” influyó también en los estudios filosóficos de aquellos años (Roig, 1991, pág. 70). Manifestaciones de este influjo son la creación del “Equipo de pensamiento ecuatoriano” en el Departamento de Filosofía, una publicación vanguardista sobre Eugenio Espejo, de este mismo Equipo (Espejo. Conciencia crítica de su época, 1978), el encuentro que acabo de mencionar y muchas otras publicaciones y eventos.

El segundo encuentro ecuatoriano de filosofía tuvo lugar en “la Facultad de Filosofía y Letras de la Sede de la PUCE en Cuenca” (Paladines, Introducción al encuentro, 1977 diciembre, pág. 8) en 1977, con el mismo tema: la crisis de la razón. 

El tercer encuentro nacional de filosofía mantuvo el ritmo de los dos anteriores y se realizó en junio de 1978, en esta universidad. Se enfocó en los problemas actuales de la filosofía en el ámbito latinoamericano. Las ponencias se publicaron al año siguiente (Problemas actuales de la filosofía en el ámbito latinoamericano. III Encuentro Ecuatoriano de Filosofía, 1979). 

Cabe resaltar que en estos primeros encuentros participaron filósofos latinoamericanos como Leopoldo Zea, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Rodolfo Agoglia, Ricardo Gómez, Horacio Cerutti, por citar solo estos nombres.

Luego de un lapso de 6 años, profesores e investigadores en filosofía se reunieron del 2 al 5 de julio de 1984 en Cuenca, por cuarta ocasión. Además de los objetivos propios del evento, hubo una motivación adicional: “la de rendir homenaje a Hernán Malo González, uno de los hombres que más hizo por la Filosofía en el Ecuador en las últimas dos décadas”, dice el profesor Samuel Guerra en la introducción (Introducción, 1987 agosto, pág. 20). 

Sobre los siguientes encuentros no he podido recoger datos exactos. Sin embargo, cabe afirmar que, en 1987, según parece, se realizó el quinto encuentro de filosofía, en la Universidad Estatal de en Guayaquil.

Luego de cinco años tuvo lugar en Cuenca el sexto encuentro ecuatoriano de filosofía, del 23 al 28 de noviembre de 1992. 

Después de un lapso similar, se realizó el séptimo encuentro, organizado por la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Cuenca, en aquella ciudad, del 21 al 24 de octubre de 1997. El evento adoptó el nombre de “Francisco Álvarez González”, en homenaje al profesor fundador de esta facultad. El tema, por lo que se puede deducir del subtítulo de las memorias publicadas fue “filosofía, ética y sociedad, hoy” (Memorias del VII encuentro ecuatoriano de filosofía "Francisco Álvarez González". Filosofía, ética y sociedad, hoy, 1998). 

Del octavo encuentro no he podido recoger ningún dato en mi breve exploración. El noveno encuentro se realizó también en Cuenca en el año 2006, organizado por la Universidad de Cuenca.  
Al cabo de diez largos años, quienes nos interesamos por el pensamiento filosófico, ecuatorianos y extranjeros, nos congregamos nuevamente en esta universidad, donde hace exactamente cuarenta años inició esto que ya podemos llamar una tradición académica del Ecuador. “¡Ya era hora!” como decimos coloquialmente. Demasiado tiempo pasó entre el último de los encuentros y el actual, y esto es algo que no deberemos permitirnos de ahora en adelante.

Ustedes estarán de acuerdo conmigo en que la hora apropiada para pensar filosóficamente no se determina por la frecuencia, alta o baja, de las reuniones. Es cierto que este evento llega a tiempo porque la actividad académica se nutre con encuentros frecuentes y abiertos, a los cuales asistimos no solamente para reflexionar, en sentido estricto, sino para escucharnos unos a otros, dialogar, discutir; para encontrarnos en torno a preocupaciones comunes, en los salones y fuera de ellos.

Pero la actividad académica no debería ser la justificación de la misma actividad académica. No necesitamos filósofos, escuelas o publicaciones auto-referenciales que promueven las condiciones necesarias únicamente para continuar siendo lo que siempre han sido. El tiempo de la filosofía viene dado por esas tercas circunstancias que se resisten a ser reducidas a conceptos pretendidamente comprensibles y engañosamente manejables. Cuando sentimos que “algo no va” en la cultura y las mentalidades, ha llegado la hora de la filosofía. Cuando encontramos una amplia oferta de respuestas fáciles a precios módicos en el supermercado de la esquina, sabemos que es hora de filosofar e invitar a otros a hacerlo.  

Hoy la sociedad planetaria, no solo la ecuatoriana, enfrenta una multitud de desafíos que me atrevería a resumir en estas simples palabras tomadas prestadas: “las personas fueron creadas para ser amadas y las cosas fueron hechas para ser usadas. La razón por la que el mundo es un caos es que las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas”.

Por esto ya es hora de filosofar individual y colectivamente. Es tiempo de subvertir la realidad tal como se nos presenta o vende, y retomarla desde su revés, es decir desde la pregunta incómoda o insólita, no desde la respuesta complaciente. No quiero decir que no lo vengan haciendo, sino que el valor y oportunidad de este encuentro no consiste en que “al fin se hizo”, como se podrá concluir el viernes por la tarde, sino en que los filósofos se encuentran porque, hoy como siempre, es necesario romper la conformidad del pensamiento circundante con ideas, conceptos y valores que sostienen esta vida chata en la que es tan fácil deslizarnos.

Antes de concluir quisiera hacer notar que este décimo encuentro de filosofía empezó a preparase remotamente en los años 2013 y 2014 cuando un grupo de profesores de filosofía de esta Universidad y de otras del país se reunieron en un seminario que tuvo por nombre “El lugar de la filosofía hoy”, y cuyas ponencias fueron publicadas hace menos de un mes. No solo coincidimos en que “ya era hora” de reunirnos como filósofos, sino que tratamos de identificar colectivamente cuáles eran esa hora y ese lugar para un auténtico pensamiento filosófico creativo, no repetitivo.



El P. Fernando Barredo, anterior decano de la Facultad de Filosofía y Teología,  su actual decano, el P. Efrén Santacruz, así como el director de la Escuela de Filosofía, Mgtr. Alfonso Montalvo, han sido personas determinantes para la realización de este encuentro. Un primer agradecimiento debe ir a ellos. Con igual intensidad debo reconocer públicamente y agradecer al P. Edison Higuera y al equipo organizador que está detrás, antes y estará después de este encuentro. A todos ustedes, finalmente, gracias por aceptar nuestra invitación y por estar dispuestos a compartir con los asistentes sus preguntas, angustias e intuiciones sobre el mundo que a todos nos toca vivir, con más o menos fortuna. Muchas gracias por su atención.

Bibliografía
  • Espejo. Conciencia crítica de su época. (1978). Quito.
  • Guerra, S. (1987 agosto). Introducción. Revista de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, XV(47), 19-22.
  • Memorias del VII encuentro ecuatoriano de filosofía "Francisco Álvarez González". Filosofía, ética y sociedad, hoy. (1998). Cuenca: Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias de la Educación de la Universidad de Cuenca.
  • Paladines, C. (1976 mayo). Entrega. Revista de la Universidad Católica, IV(13), 7-11.
  • Paladines, C. (1977 diciembre). Introducción al encuentro. Revista de la Universidad Católica, V(18), 7-14.
  • Paladines, C. (2011). Breve historia del pensamiento ecuatoriano. Quito: Corporación Editora Nacional.
  • Problemas actuales de la filosofía en el ámbito latinoamericano. III Encuentro Ecuatoriano de Filosofía. (1979). Quito: PUCE.
  • Roig, A. A. (1991). Historia de las ideas, teoría del discurso y pensamiento latinoamericano. Bogotá: Ediciones USTA.











martes, 8 de marzo de 2016

Presentación del Coloquio “Cambio climático y sistema económico. Análisis desde la Laudato SI”

El entorno natural y el entorno socio cultural son la casa común del ser humano que debemos cuidar, nos dice el Papa Francisco. Lamentablemente, esta casa común se deteriora a un ritmo que a cualquiera espanta. En las aproximadamente dos horas que durará este evento, la selva amazónica habrá perdido un área equivalente a 375 estadios de fútbol, es decir la deforestación en el llamado pulmón del mundo consume alrededor de tres estadios de fútbol por minuto.



Dr. Raúl Pérez Torres, Dr. Fernando Ponce León S.J., 
Dr. Frei Betto, Dr. Francois Houtart, Dra. Emperatriz Montalvo

  La necesidad de acción es evidente, pero también es necesario y urgente el detenerse a reflexionar por qué las cosas son como son, y cómo pueden ser mejor. Sobre todo, es muy importante encontrar las relaciones entre el cambio climático y las amenazas al medio ambiente, por un lado, y el modo como los humanos nos hemos organizado para extraer, usar y abusar de nuestros recursos naturales, es decir nuestro sistema económico, por el otro. 

  A veces la preocupación por el medio ambiente no pasa de la culpabilización por nuestras prácticas consumistas privadas o a lo sumo grupales. Sin embargo, el sistema económico del mundo occidental es uno de los principales factores del deterioro ambiental y de la exclusión de muchos en la participación en los beneficios de la naturaleza. Esta relación ya viene sugerida en nuestro lenguaje: la palabra oikos, casa en griego, está en el origen de la “ecología” y de la “economía”, y esto nos remite nuevamente a la única casa común que todos compartimos. Es esta relación entre cambio climático y sistema económico que esta tarde profundizaremos con la ayuda de los ponentes, Frei Betto y François Houtard.

  Nuestros ponentes apenas necesitan ser presentados, y su valiosa contribución a esta reflexión necesaria se verá enseguida. Para la Casa de la Cultura, la Fundación Pueblo Indio y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador – los organizadores de este evento – es una alegría y un orgullo el haber podido facilitar este encuentro. Permítanme decir de paso que con este evento la PUCE inicia las celebraciones por sus setenta años de existencia en este año 2016. Estas tres instituciones tienen algo en común que ha facilitado esta convergencia: nos interesa el pensar comprometido con la búsqueda de un mundo más justo, solidario y sostenible, cada institución desde su particular especificidad.

  Gracias a todos y todas por su presencia, y que saquemos todo el provecho posible de nuestros conferencistas.

Dr. Fernando Ponce León S. J. 
Casa de la Cultura Ecuatoriana,
8 de marzo 2016

lunes, 7 de marzo de 2016

Convenio de Cooperación Interinstitucional PUCE - SEPS


Convenio marco de Cooperación Interinstitucional entre la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria y la Pontificia Universidad Católica del Ecuador

   La Pontificia Universidad Católica del Ecuador, fiel a su vocación, quiere seguir siendo en este nuevo siglo una universidad humanista, como lo ha venido siendo en los 70 años de su existencia. Esto significa comprometerse en al menos dos cosas: democratizar el acceso a la educación superior, desde nuestra particular manera de ser, y generar conocimiento pertinente para formar seres humanos al servicio de los demás,  comprometidos con el desarrollo de la sociedad  y conscientes de la corresponsabilidad que tienen con los sectores históricamente excluidos.


Ing. Hugo Jácome, Dr. Fernando Ponce León S.J., Sra. Elizabeth Tobar

   El impacto de la educación universitaria no puede limitarse al conocimiento compartido en las aulas. Recordemos que El Papa Francisco en su visita a nuestra casa nos cuestionó de la siguiente manera: “Universidad católica ¿Dónde está tu hermano?”. No podemos pues vivir a ciegas de lo que sucede en el entorno, sino que hemos de fortalecer compromisos con aliados a quienes podemos ofrecer las lecciones aprendidas de nuestra experiencia para juntos buscar un país más solidario y fraterno. 

  Hoy podemos ver los frutos de un trabajo conjunto entre la Comunidad Universitaria, la Superintendencia de Economía Popular y Solidaria (SEPS) y los actores de la Economía Popular y Solidaria (EPS), como respuesta a las demandas más recurrentes y profundas de vinculación entre universidad y sociedad.

  De esta manera se concreta la misión de la PUCE que es prestar particular atención a las dimensiones éticas de todos los campos del saber y del actuar humano, tanto a nivel individual como social. En este sentido, y para ponerlo en nuestros términos, el Convenio Marco De Cooperación Interinstitucional entre la SEPS y la PUCE propugna el respeto a la dignidad y a los derechos de la persona humana, y a sus valores trascendentes, y apoya y promueve la implantación de la justicia en todos los órdenes de la existencia.

  Finalmente, quiero agradecer a todos quienes han sido parte de este esfuerzo, y comprometerles a seguir caminando hacia la institucionalización y fortalecimiento de vínculos que vayan a favor de responder a las necesidades de transformación de la sociedad y promover el desarrollo humano sustentable  No olvidemos, que éste es el primer paso de muchos que nos quedan por recorrer para ser los gestores de un nuevo modelo, que como la EPS propugna, el ser humano este por encima del capital.

Dr. Fernando Ponce León S. J. 
7 de marzo 2016



viernes, 4 de marzo de 2016

Discurso del rector de la PUCE en las incorporaciones (2015- 2016)

  Culminar con éxito los estudios es uno de los mejores momentos de la vida. Es el cierre de una etapa y el inicio de otra en el irreversible camino hacia la madurez humana. Queridos jóvenes, hoy ustedes atraviesan una puerta sobre la cual no volverán, y esto no es banal.

  En primer lugar quiero felicitarlos, jóvenes, por haber llegado felizmente al término de este esfuerzo, y el haberlo hecho por sus propios méritos. Consiguieron lo que se propusieron hace pocos años y ahora están listos para apuntar a horizontes de mayor altura. 

  Además de felicitarlos, quiero compartir con ustedes una reflexión sobre lo que me parece importante que recuerden de estos años, tanto los jóvenes como sus padres. Al hacer ustedes el balance de lo que deben dejar de los años pasados y de lo que conviene llevar a la siguiente etapa de su vida, quisiera invitarlos a pensar en una de las características esenciales de nuestra universidad que espero los haya marcado a fondo en estos años y les sirva para orientar sus vidas en un futuro próximo y lejano.

  La PUCE es una universidad humanista. Mucho se puede decir de ella pero lo esencial está resumido en este rasgo de su personalidad que la conecta con una tradición cultural e intelectual nacida en el siglo XV europeo y enraizada desde temprano en estas tierras latinoamericanas. Pero ¿qué quiero decir en concreto al hablar de una universidad humanista? Quisiera explicarme brevemente recurriendo a las ideas de Mario Montalbetti Solari, lingüista y poeta peruano (1953, Callao, Perú). 

  Las universidades en todo el mundo, y no solo en el Ecuador, están atravesando transformaciones profundas resultado de fenómenos mundiales que nos sobrepasan, como la globalización económica y cultural, y el predominio del paradigma científico tecnológico en prácticamente todas las actividades humanas. Estas transformaciones en la educación superior podrían describirse como el aparecimiento de una nueva cultura que podríamos sintetizar, con la ayuda del pensador peruano, como la prevalencia del número sobre la letra.

  El número gana hoy terreno a la letra. Lo predecible, mensurable, controlable a toda costa se ha vuelto una de las características más importantes, si no la más importante, de la formación y gestión universitarias. Quizás más importante que expresar ideas o afrontar críticamente problemas vitales, debemos aprender a medir resultados – se nos dice – a cuantificar costos, evidenciar de manera irrefutable los avances profesionales, académicos e incluso personales. 
Estamos hoy ante la tentación omnipresente de la cultura del número: enumerar la realidad, y así reducirla a cantidad, nos brinda la ilusión de compleción, de que nada se nos escapa a la comprensión, y nos hace creer que toda realidad es finalmente equiparable con su medida exacta, suponiendo que ésta sea posible.  

  Pero desde la perspectiva de la universidad humanista, hay que decir que el número – y la mentalidad basada en él – simplifica y además no tiene futuro. El número nunca cambia – dos más dos siempre serán cuatro – y por consiguiente carece de sorpresa y novedad; es por tanto estéril. Cuando el número se transforma en otra cosa, cuando trata de cambiar, requiere siempre de la letra; aunque solo sea aquella x minúscula que representa el enigma que trata de resolver.

  La letra es de naturaleza distinta. Con letras no hay equivalencias sino transformaciones, metamorfosis y desplazamientos. Y es precisamente de esto de donde surgen las ideas. La razón es muy simple: la transmisión del número es viral, se hace por contagio; en cambio, la transmisión de la letra se hace por interpretación. Y por esto el futuro es de la letra, porque cambia constantemente, a diferencia del número.

  En este punto quisiera evitar un  malentendido. El número tiene un lugar en nuestras vidas, y el lugar del número no debe ser cambiado por nada, ni siquiera por la letra. Por supuesto, si vamos a construir un puente recurramos al número, al cálculo, a la medición. Pero si vamos a pensar para qué y para quién queremos el puente recurramos a la letra. El número no nos lo va a decir porque los números no piensan. A veces nos dan la impresión que lo hacen y los seguimos radicalmente porque creemos que con los números evitaremos la incertidumbre y todo entrará en orden, con irrefutable exactitud matemática. Pero esta es la principal tentación del número: la posibilidad de dejar de pensar. Y ese es exactamente también el ideal de una universidad funcional – tal vez exagere un poco -: que los profesores y alumnos estén ahí como reserva permanente de las fuerzas productivas de una sociedad.

  La naturaleza y futuro del humanismo y de una universidad humanista se sitúan en el punto opuesto. Pensar lo que aparentemente no sirve, lo que no es útil, según nos dicen, lo que no puede transformarse en insumo. Pensar lo que nos pide la terca realidad y no lo que nos exigen los gerentes o gobernantes de la realidad. 

  El humanismo requiere pensar, tarea cada vez más difícil cuanto más se funcionaliza la Universidad. Esto no quiere decir que se menosprecie el valor del cálculo y la medición. Sería un engaño pensar que la cultura humanista se contrapone a la científica o a las tecnologías necesarias en la actualidad. Más bien hay que decir que la cultura humanista pone a la científica en su lugar, la integra en una visión más completa de la realidad, y que si ha habido contraposición entre ambas visiones del mundo, ésta proviene con frecuencia de quienes han hecho de la ciencia y la técnica una nueva religión secular. 

  Quiero decir por último que la tarea de pensar, en clave humanista no es privilegio de ciertas profesiones; es un desafío para todo joven universitario, independientemente de la facultad o carrera de la cual hoy egresan. Más que profesionales, científicos o técnicos, ustedes son personas humanas en quienes debe primar la globalidad de la letra sobre la particularidad del número.

  Queridos jóvenes: al traspasar hoy este umbral que es su incorporación profesional deseo que se lleven la convicción de querer vivir según la letra, es decir de permanecer abiertos a la sorpresa, la novedad, la necesidad de interpretar y no solamente repetir ideas en sus tareas profesionales, personales y cívicas. Sin duda necesitaremos del número, es decir del cálculo y la medida exacta, pero no es en el número donde encontraremos las razones para vivir, trabajar, amar y servir. Si incorporan en ustedes esta orientación vital que he querido ilustrar con la imagen de la letra, podrán sostener con orgullo que han pasado por una universidad humanista y que el humanismo ha entrado y hecho carne en ustedes. 

  Que el Buen Dios les acompañe en el futuro así como ha sabido bendecirlos con el éxito bien merecido por el cual hoy todos nos alegramos.

Muchas gracias por su atención.

Dr. Fernando Ponce León S. J.
PUCE Matriz
04 de marzo de 2016

martes, 12 de enero de 2016

Seminario Internacional: Los Retos de las Universidades Católicas en el Nuevo Milenio

  Comienzo por agradecer a los organizadores la gentileza en invitarme y la oportunidad que me brindan de compartir con ustedes estas breves reflexiones sobre los retos que enfrentan las universidades en el nuevo milenio. Hablaré principalmente de las universidades católicas, aunque algunas ideas pueden ser aplicables a cualquier universidad.

  Las universidades son organizaciones que en la sociedad de la información y el conocimiento cobran una importancia cada vez mayor. No son las únicas organizaciones cuya materia prima es el conocimiento; existen laboratorios privados y públicos, academias e institutos de diversa índole, iniciativas privadas, etc. pero sí tienen la particularidad de congregar en un solo universo a los productores de conocimiento, a quienes lo transforman, aplican o difunden en el entorno. Sus potencialidades son inmensas, y allí radica precisamente la razón de sus múltiples retos, que son mucho más de los que aquí mencionaré.

  Todas las universidades buscan ser pertinentes para su sociedad. En la tradición universitaria latinoamericana se dice que la pertinencia consiste en contribuir al desarrollo del país mediante el ejercicio de sus funciones sustantivas. Ahora bien, pocas veces nos preguntamos por el modelo o modelos de desarrollo a los cuales están atadas las universidades de nuestra región. Quizás el primer reto de las universidades en el momento actual consista en explicitar para sí mismas y para la sociedad la idea de desarrollo o de bienestar que las sostiene y que justifica todo su quehacer.

  En momentos en que nuestra casa común se degrada, la sociedad humana se torna cada vez más excluyente y las personas tienden a confundir sus referencias existenciales, es irresponsable no plantearse esta cuestión o suponer una idea de desarrollo que incrementa estas tendencias destructivas. Es igualmente inaceptable que una universidad fomente el éxito personal de sus estudiantes y académicos prescindiendo totalmente de su impacto en las estructuras políticas, económicas, culturales y ambientales del país.

  En lo que concierne a las universidades católicas, y concretamente la nuestra, el significado de nuestra pertinencia viene dado por la reciente encíclica Laudato Si del Papa Francisco. Este documento no es un compendio de soluciones, como es obvio, pero sí una propuesta de desarrollo sostenible e integral que la PUCE deberá acoger, debatir, adaptar e implementar a través de sus tareas propias.

  Este primer reto que yo llamaría “identitario” porque exige que la universidad se pregunte en qué cree y lo diga, se completa con otros relativos a su misión específica. Me refiero al primero de ellos. Sabemos que toda universidad trabaja con el conocimiento: lo produce con la investigación, lo suscita mediante la enseñanza, la difusión, la relación con la comunidad, lo aplica y transforma en sus laboratorios y centros de pensamiento. Pero ¿con qué tipos de conocimientos trabaja? ¿Cuáles son los conocimientos que valen para la universidad? Sin duda toda universidad debe aplicarse al desarrollo de las ciencias y al estudio de sus aplicaciones tecnológicas. Es incluso necesario que existan instituciones enfocadas exclusivamente en estos campos del saber, como las escuelas politécnicas o los institutos tecnológicos. Pero toda institución de educación superior, incluyendo estas últimas, debe tener presente que el ser humano y la sociedad se constituyen gracias a la integración de diversos saberes: el saber científico por supuesto, pero también el filosófico y las ciencias sociales. También son importantes para la persona y la sociedad los saberes ancestrales, las cosmovisiones religiosas, los saberes propios de las culturas llamados sabiduría popular.

  La preeminencia unilateral de las ciencias y las tecnologías produjo en los siglos XIX y XX el aparecimiento del paradigma tecnocrático responsable en gran medida de la crisis socio-ambiental del presente. Frente a esto, las universidades tienen hoy el gran reto de integrar los distintos saberes humanos en los procesos de investigación y aprendizaje que promueven. No se trata solo de hacer dialogar entre sí varias disciplinas científicas, sino también de hacer converger en la academia modos complementarios de aproximación a la realidad: por un lado, las ciencias que explican el mundo y su funcionamiento; por el otro, los demás saberes que buscan la comprensión de su sentido.

  Para las universidades católicas como la nuestra este reto significa renovar su misión de propiciar el diálogo entre las ciencias y la fe cristiana, y enriquecerlo con la participación de formas tradicionales y nuevas de aprehender la realidad. Esto es tanto más importante cuanto el cuidado de la casa común, como lo dice el Papa Francisco, requiere el aporte de todos los puntos de vista porque no hay un único camino de solución ante la crisis socio-ambiental. Según la metáfora bíblica del Jardín del Edén, la tecnociencia ha llevado al extremo el aspecto del cultivo de la naturaleza, pero ya no podemos seguir de esta manera. Otras formas de ver la realidad nos enseñan que también es necesario cuidar esto que se cultiva con tanta voracidad desde hace un par de siglos.

  El tercer reto al que me quiero referir atañe también la misión universitaria. El conocimiento es apenas una herramienta, se dice con razón. Pero ¿en manos de quien pone la universidad esta herramienta, y para qué? No debería ser en manos de quienes pueden pagarla, puesto que la educación superior, así como la educación en general, es un bien público y como tal no debe convertirse en mercancía. Tal vez esta herramienta debería ir a manos de los más capaces, de aquellos que realmente pueden sacarle el mejor provecho. Pero esta respuesta convence a medias, porque ser más capaz no significa necesariamente entender mejor los fines de la educación y el conocimiento.

  ¿Qué hacer entonces con esta poderosa herramienta? Las universidades debemos tener claro que el contexto social y económico en el que existimos no es neutral. La sociedad humana está de hecho atravesada por desigualdades y exclusiones enraizadas en lo más hondo de ella, de modo que todo lo que hacemos o transforma esta realidad o la mantiene igual, pero nunca será indiferente ante las injusticias estructurales que nos condicionan. En otras palabras, educar es un acto político, en el sentido más propio de la palabra; es decir fortalece o destruye nuestra convivencia como ciudadanos de una misma comunidad política.

  Para las universidades de inspiración cristiana como la nuestra el reto es entonces ofrecer educación superior con un claro sentido del mundo que queremos construir a través de esta herramienta. En el lenguaje del pensamiento social católico, esto quiere decir optar por los excluidos y por los que el mundo considera descartables. Esto no significa solo ofrecer facilidades de estudio a personas pertenecientes a grupos históricamente discriminados, aunque esto sí hay que hacerse. Significa en primer lugar, orientar la investigación a la solución directa o indirecta de los problemas que afectan a estas poblaciones. Quiere decir también poner a nuestros estudiantes en contacto con el mundo de la exclusión durante sus actividades de vinculación con la colectividad con el fin de sensibilizarlos, suscitar su creatividad para pensar diferente y en condiciones distintas a las acostumbradas, y despertar la solidaridad cívica que difícilmente se conseguiría de otra manera.

   Me he referido brevemente a tres desafíos fundamentales de la educación superior en estos tiempos. Ciertamente hay muchos más, y el seminario está diseñado precisamente para descubrirlos y debatir sobre las mejores maneras de enfrentarlos. Antes de terminar quisiera hacer algunas precisiones para completar lo que acabo de decir.

  En primer lugar, el que la universidad deba tener una idea clara sobre el tipo de desarrollo que quiere promover, sobre su posicionamiento ante el paradigma tecnocrático actual – y el nuestro es un posicionamiento humanista – y sobre las repercusiones políticas del acto educativo, de ninguna manera contradice la libertad académica ni la libertad de pensamiento, principios centrales de toda universidad. Lo que sí pretende es marcar la cancha para el ejercicio de estas libertades e invitar a transparentar las intenciones institucionales, porque no es cierto que todas las universidades son más o menos lo mismo.

  En segundo lugar, mi insistencia sobre la necesidad de abrir las puertas de la academia a otros saberes, incluidas las cosmovisiones religiosas, de ninguna manera equivale a menospreciar la rigurosidad y especialización de las ciencias y las tecnologías. Siempre necesitaremos construir puentes, y para esto hace falta medir y calcular con la mayor precisión posible. Pero también hay que saber para qué y para quién queremos puentes.

  Por último, y ya en el contexto ecuatoriano, es indudable que la universidad debe contribuir al cambio de la matriz productiva y de la matriz cognitiva. Nuestra universidad al menos lo tiene claro, pero también sabe que hay diversidad de productores, y que producción, distribución y consumo son procesos interrelacionados. Podemos pues decir que nos esperan estimulantes debates sobre nuestra contribución a pequeños y medianos productores, a la distribución justa de la producción y al consumo responsable y solidario en condiciones de crisis socio-ambiental.

  Quiero terminar agradeciendo desde ahora a las instituciones y personas que contribuyen a la realización de este seminario excepcional por la calidad de los ponentes. Que estos dos días sean muy fructíferos para todos ustedes.

Muchas gracias por su atención.

Dr. Fernando Ponce León S. J. 
12 de enero 2016