miércoles, 10 de octubre de 2018


Inauguración del I Congreso Internacional de Salud Pública, Desigualdades e Investigación y
V Encuentro Internacional de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical
Quito, 10 de octubre 2018
Hace 40 años, La Declaración de Alma Ata decía que “La existente desigualdad en el estado de salud de las personas, particularmente entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, así como entre los diversos países, es inaceptable política, social y económicamente y, por tanto, implica de manera común a todos los países” (Declaración de Alma Ata, párrafo II).
Ya entonces la desigualdad en el estado de salud parecía inaceptable, y hoy lo es todavía dado el notable crecimiento económico mundial y el imparable desarrollo de las ciencias y las tecnologías en las últimas décadas. Los recursos financieros y científicos existen, pero no se aplican en general para resolver los principales problemas de las grandes mayorías, ni en el mundo, ni en el Ecuador – hay que reconocerlo, aunque nos pese.
Este es un desafío que no debería dejar tranquilos a los académicos de esta universidad y de las instituciones hermanas que hoy se congregan por un par de razones. Primero, porque no corresponde al sentido de humanidad al que muchos adherimos el hecho que las desigualdades en diversos campos de la vida – salud, educación, condiciones para el ejercicio de las libertades básicas – se perpetúen mientras existen los medios para resolverlos. Un mínimo sentido de justicia nos dice que esto no debería ser, que las inequidades atentan contra los derechos fundamentales de todo ser humano y no se justifican porque unas ideologías avancen mientras otras retroceden, al ritmo de los versátiles humores de los electores en las Américas. Segundo, porque los académicos no podemos tolerar que las inequidades se perpetúen cuando estamos en capacidad de conocer las causas y soluciones de algunas de ellas. El buscar la verdad y a veces encontrarla, tareas propias de la universidad, es una responsabilidad muy grande. En ocasiones preferiríamos no saber, porque la ignorancia disculpa, a veces, pero el saber nos compromete éticamente.
Todo esto lo resumimos en la PUCE diciendo que el centro de la universidad está fuera de la universidad. Este es el motivo por el cual organizamos eventos como el I Congreso Internacional de Salud Pública, Desigualdades e Investigación, y el V Encuentro Internacional de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical. Nuestra misión como universidad católica, pontificia y encomendada a la Compañía de Jesús, nos impulsa a convertir el conocimiento en una herramienta de transformación social con vistas a contribuir a la construcción de un mundo más justo, solidario y sostenible.
Muchas gracias a todos ustedes, porque con su presencia y participación nos ayudan a ser fieles a nuestra misión y valores. Que sus jornadas de trabajo sean muy fructíferas, que puedan establecer excelentes nexos de cooperación y que todo salga de lo mejor en estos eventos que hoy se inauguran.


jueves, 19 de abril de 2018

CUENTA Y RAZÓN 2017


CUENTA Y RAZÓN 2017


INFORME ANUAL ANTE EL CONSEJO SUPERIOR,
EL CONSEJO ACADÉMICO Y LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA


Dr. Fernando Ponce León SJ, 17 de abril 2018

Quiero en primer lugar agradecerles por su presencia porque así demuestran el aprecio e interés que tienen por nuestra universidad, lo cual nos alegra y honra a la vez.
Hemos comenzado hoy con el recuerdo de nuestros siete hermanos asesinados y con la expresión de nuestras condolencias a sus familias, porque el país está conmovido, y con él la Universidad. Lo sucedido indigna, pero no debe paralizarnos ni volvernos vulnerables a las manipulaciones de intereses antinacionales. Como universidad ecuatoriana que somos debemos renovar nuestro compromiso por la paz basada en la justicia y la unidad del país ante las adversidades. Es lo que haremos para que nuestra solidaridad con las víctimas sea auténtica y creíble.
INTRODUCCIÓN
Tengo mucho gusto en presentarles la actividad de la universidad a lo largo del año 2017. Dado que es innecesario, además de imposible, mostrar exhaustivamente todo lo realizado, quisiera centrarme en los ocho desafíos que la universidad debe enfrentar en el 2018 y en adelante.
Asumo este método expositivo porque detrás de los retos existe todo un recorrido institucional que los explica y justifica, que espero poder transmitirles adecuadamente. Además, mi presentación podrá ser completada con la información que se encuentra en el folleto y en la página web, donde se encuentran abundante información cuantitativa y cualitativa que no creo necesario repetir en su totalidad. 
Tengo dos notas preliminares. La primera es que el año 2017 fue un tiempo de redefiniciones institucionales. Una vez que el Consejo Superior de Educación aprobó las reformas al estatuto el 2 de septiembre del 2016, El Consejo Superior y el Consejo Académico desarrollaron un intenso trabajo de actualización de nuestra normativa interna. Aprobaron reformas a los reglamentos y elaboraron nuevas políticas generales, e iniciaron el estudio de otras reformas reglamentarias. Por mi parte, di paso al Modelo educativo de la PUCE y muchas normas procedimentales internas. Muchos de los cambios que estamos sintiendo se deben a estas redefiniciones institucionales.
En segundo lugar, podemos tener un vistazo general del año pasado si analizamos el cumplimiento de nuestros planes operativos. La planificación operativa alcanzó un 70,5% de cumplimiento a diciembre de 2017. Al ser el primer año que se ejecuta una planificación operativa amparada en la planificación estratégica a nivel nacional, el porcentaje alcanzado denota un trabajo en conjunto y resulta aceptable. Por otra parte, el presupuesto ejecutado representa el 45% del total presupuestado.
Vamos ahora sí a los desafíos.
Como bien saben, la universidad se organiza en torno a cuatro lineamientos generales: desarrollo integral de la persona, impacto social, agilidad y sostenibilidad. Los dos primeros condensan lo que entendemos como nuestra misión. El tercero y el cuarto se refieren a las condiciones para realizarla, condiciones culturales o actitudinales, el tercero, y condiciones materiales, el cuarto.
Seis de los ocho desafíos se relacionan con los dos primeros lineamientos, lo cual quiere decir que la universidad se focaliza principalmente en el cumplimiento de su misión, lo cual es alentador. Como bien nos decía hace poco el rector de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, el jesuita Rafael Velasco, “el centro de la universidad está fuera de la universidad”, y creo que nuestra comunidad está asimilando progresivamente este ideal. En cuanto al séptimo y octavo desafíos, estos se refieren respectivamente al tercer y cuarto lineamientos.
El primero de los desafíos es articular más eficazmente los diversos programas que complementan la formación académica de grado y posgrado.
En marzo concluyó nuestro proceso de rediseño de carreras y de diseño de nuevas ofertas. Considerando solo los proyectos aprobados por el CES hasta diciembre, la PUCE ofrece al país 85 carreras y 18 programas, 17 de los cuales son especializaciones médicas.
Contra lo que podría parecer, nuestra oferta académica no ha disminuido, porque existe un buen número de carreras y programas en elaboración y otros en espera de aprobación interna o por parte del CES. Tomándolos en cuenta, bien podría ser que en septiembre de 2018 tengamos aproximadamente 104 carreras y 44 programas para ofrecer al país.
Este incremento en número de ofertas es importante porque significa más diversidad y cupos para que los jóvenes participen de nuestro modelo formativo. Pero tanto o más importante que el número, son las innovaciones en las ofertas formativas. Todas las carreras nuevas o rediseñadas contemplan materias comunes e itinerarios abiertos a todos los estudiantes, mecanismos con los cuales queremos fomentar el aprendizaje interdisciplinar y la complementariedad en la formación profesional.
Por otra parte, la formación de grado y de posgrado se acompaña con diversas actividades que se agrupan en el “Plan de Bienestar e inclusión estudiantil”. Si a esto sumamos la actividad cultural y deportiva que realizan nuestros estudiantes, el acompañamiento espiritual, las oportunidades de crecimiento en la fe cristiana, el programa de liderazgo universitario latinoamericano ignaciano, y el voluntariado, que en el 2017 convocó aproximadamente a 480 estudiantes, vemos que sí contamos con una sólida oferta de iniciativas extra curriculares, además de la reconocida formación de grado y posgrado.
El desafío que sentimos en este sentido es la adecuada articulación de ofertas académicas con estas oportunidades formativas complementarias. Obviamente no esperamos que todos los estudiantes hagan de todo, porque apenas les quedaría tiempo para estudiar, que para eso vienen. Pero sí debemos presentar más armónicamente todas las oportunidades que ofrecemos para el crecimiento humano, profesional y ciudadano de nuestros estudiantes. Esto requiere, entre otras cosas, revisión de los horarios en función de los estudiantes y un mejor manejo de los espacios deportivos, académicos y culturales, tareas que sí somos capaces de realizar y que asumiremos en este año.
Nuestro segundo desafío consiste en ofrecer nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes.
En el 2017 tuvimos 277 estudiantes de grado menos y 1252 estudiantes de posgrado menos que en el 2016.
Estas disminuciones preocupan, es verdad, pero no deberían llevarnos a concentrarnos excesivamente en la cuestión de los números crecientes o decrecientes.
Recordemos que en el año 2016 tuvimos más estudiantes de grado y de posgrado que en el 2015, y sin embargo también en aquel año consideramos como desafío el ofrecer nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes. ¿Por qué decimos esto?
En primer lugar, porque nuestra propuesta educativa vale mucho, y su valor consiste en que con ella contribuimos a la transformación del país y a la transformación de muchas vidas. Mientras más jóvenes compartan nuestro sueño de cambio social mediante el conocimiento superior, más cerca estaremos de un mejor Ecuador. Porque el país necesita más agentes de cambio, debemos crecer, obviamente en números razonables y manejables.
La segunda razón para que la expansión de nuestro proyecto educativo es un reto a nuestra identidad y misión, es que todos los jóvenes tienen derecho a la educación superior. En la medida de nuestras posibilidades, debemos contribuir a la satisfacción de este derecho, especialmente para aquellos de escasos recursos o insuficiente preparación académica previa. La razón es que la educación superior es un bien público, no una mercancía, y como bien público genera responsabilidades en las universidades de la sociedad civil como la nuestra. Recordemos que lo público no se reduce a lo estatal, y por tanto no deberíamos dejar toda la responsabilidad de ampliar el acceso a la educación superior al Estado ecuatoriano. Naturalmente el Estado deberá entender que también tiene responsabilidades con las universidades de la sociedad civil, pero esa es otra historia para otro momento.
 Sin este marco conceptual, quedaremos reducidos a calcular nuestro punto de equilibrio, para luego sumar y restar. Siendo esto imprescindible, no lo es todo ni mucho menos la razón de ser de nuestra universidad.
Ahora bien, hemos trabajado bastante en el 2017 para responder a este reto. En la sede Matriz se implementó un plan de promoción estratégica que nos puso en el primer lugar de recordación en los bachilleres de la ciudad, e incrementó nuestra presencia en medios de comunicación. También se evaluó y mejoró todo el ciclo estudiantil, es decir el proceso que va desde la promoción de carreras y programas, la inscripción en exámenes, y la admisión hasta la matriculación. Además, se realizó un curso de preparación para rendir el examen de ingreso, y un curso de nivelación, ambos con mayor asistencia que en el 2016. Cabe señalar que, gracias al nuevo reglamento de estudiantes, los cursos de nivelación funcionan como una segunda opción de admisión en la universidad, alternativa al examen.
Lo anterior sucedió en la sede Quito, pero en las otras sedes se adoptaron estrategias similares: consolidación del proceso de admisión, en Ambato, cursos de nivelación general en lenguaje, comunicación y matemáticas, en Ibarra, campañas de difusión, en Manabí, por citar solo estos ejemplos.
Estos mecanismos tendientes a incrementar el número de admitidos y matriculados se completan con otros que buscan aumentar las tasas de retención y de titulación, como la elaboración de un sistema de tutorías integrales, y el análisis del proceso de titulación.
Por otra parte, se han hecho propuestas para incrementar el fondo de becas que han sido bien acogidas por algunos de nuestros aliados.
En definitiva, se diseñaron estrategias eficaces para aumentar el número de admitidos, matriculados y graduados, así como iniciativas para reducir las barreras académicas y económicas para el ingreso en la universidad. Estos adelantos mostrarán interesantes resultados a partir de este año, resultados que buscaremos incrementar por las dos razones antedichas.
Repensar nuestra identidad cristiana y católica es el tercero de nuestros desafíos.
Nuestra propuesta educativa se vuelve más pertinente y oportuna si mostramos con claridad lo que tiene de específico y diferente respecto a otras ofertas de educación superior.
Ahora bien, nuestra especificidad nace del carácter católico, y de la inspiración humanista e ignaciana que sostienen la universidad. Esta especificidad se expresa en al menos tres formas.
En primer lugar, nuestros valores nutren una misión que se expresa de esta manera: ofrecer una educación integral, incluyente y con impacto social. Esta misión, de por sí, ya muestra la impronta cristiana en la educación superior, su sello específico, pero todavía hay dos maneras más de ser institucionalmente cristianos y católicos, sin faltar obviamente al debido respeto a la pluralidad de creencias de nuestra comunidad universitaria.
Quisiera graficar la segunda con un evento que ocurrió en noviembre del año pasado.  La Dirección de Pastoral Universitaria ofreció un taller de bioética basado en casos prácticos que se completó con un seminario sobre el enfoque de género y sus desafíos para la búsqueda de igualdad, las políticas públicas y las tradiciones religiosas, evento que se realizó bajo la dirección del sacerdote y médico español, el Dr. Emilio José Ibeas. Este taller y seminario sucedieron en momentos delicados para la sociedad ecuatoriana cuando se discutía sobre la ley orgánica integral para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, y en un año marcado por marchas blancas y debates y epítetos no tan límpidos.
El taller y el seminario fueron exitosos ante todo porque permitieron el diálogo académico entre de distintas posturas ideológicas y religiosas sobre el tema, como es lo propio de una universidad. De esta forma, el evento representa uno de los modos de ser universidad católica en la sociedad secular contemporánea. Una universidad que se considera católica ha de saber situarse en las fronteras existenciales de hoy, allí donde los valores de la fe y las exigencias más profundas del ser humano se encuentran en tensión. Debe estar allí para dar a conocer, argumentada y rigurosamente, el punto de vista de la fe cristiana sobre las cuestiones que más preocupan nuestras sociedades.
La tercera manera en que esta institución muestra su sello específico es proponiendo oportunidades formativas coherentes con su identidad. Por esto hay que destacar el trabajo de creación de dos maestrías de investigación, las únicas que por el momento han sido aprobadas: la maestría en teología y la maestría en bioética. También hay que reconocer los 35 proyectos de voluntariado que la universidad realizó en el 2017. Si hubiera que resumir los signos identitarios de la fe católica en uno solo, este sería el darse a los demás de manera desinteresada, que es lo que el voluntariado intenta promover con hechos antes que con palabras.
Como bien diría el Papa Francisco, estamos llamados a ser una universidad católica en salida, así como la Iglesia debe, en palabras del mismo Papa, salir de la sacristía y pasar a servir en los campos de las actuales batallas existenciales.
Nuestro cuarto desafío consiste en fortalecer la unidad y coordinación de las seis sedes.
La PUCE cuenta con la formidable ventaja de ser una universidad verdaderamente nacional, con 9 campus, en 6 provincias del país. Conscientes de esta riqueza, las autoridades de las sedes comenzamos a reunirnos con frecuencia bimensual en el 2016, y en el 2017 aparecieron los primeros resultados de esta sinergia.
Uno de ellos es el haber construido 6 carreras y 6 posgrados con igual contenido curricular o coincidentes en más del 80%. Esta forma de trabajar en la universidad nos fortalece al momento de establecer convenios con otras universidades, participar en redes académicas o facilitar estancias en el extranjero por obvias razones.
Otro factor para el fortalecimiento del sistema PUCE es el proyecto PUCEMÁS, que, como muchos saben, es nuestra gran apuesta organizativa y tecnológica para los próximos 20 años. Este proyecto está sirviendo como catalizador de nuestra dinámica organizativa puesto que continuamente hace que nos preguntemos cuáles son aquellas mejores prácticas de las sedes que podrían enriquecer los procesos generales del conjunto.
De esta manera, el sistema PUCE se consolida, tanto en lo académico como en lo administrativo, aunque no sin dificultades, totalmente comprensibles debido a los muchos años de trabajo independiente. En este punto conviene recordar una de las características de nuestro modo de ser: buscamos la excelencia – académica, administrativa – pero no por ella misma; queremos una excelencia con sentido.
El quinto desafío de la universidad es hacer funcionar completamente el modelo de gestión de la investigación.
En el año 2017 se pusieron bases importantes para la institucionalización de la investigación. En primer lugar, el Consejo Superior aprobó en mayo dos políticas de orientación general, la primera de las cuales hace de la investigación el principio organizador de nuestra actividad académica, y la segunda confirma explícitamente que el desarrollo integral y sostenible es el horizonte último de nuestro quehacer.
De este modo la universidad inició la transición de ser universidad principalmente centrada en la docencia a convertirse en universidad de investigación y docencia, algo que nos urge realizar para mantenernos fieles a nuestra tradición investigadora y docente ampliamente reconocida.
Otro componente importante del modelo de gestión de la investigación son los dominios académicos. Luego de un cuidadoso proceso de construcción realizado por las sedes, se identificaron seis campos de conocimiento en que somos fuertes o podemos llegar a serlo, según nuestras capacidades actuales y voluntad de innovar.
Notemos que en el centro de los seis dominios se encuentra el concepto de “cuidado de la casa común”, que, como sabemos, expresa el ideal de reconciliación ambiental y social promovido por la Iglesia católica y el Papa Francisco. Este concepto se conecta con la interculturalidad y el desarrollo sostenible e integral, que vienen a ser los ejes transversales de los seis dominios académicos. Además, uno de los dominios es el manejo sostenible de recursos naturales, que tiene una importancia incuestionable para el cuidado de la casa común. Con esto ya podemos responder cuando nos pregunten qué hace la PUCE por la sostenibilidad ambiental, que ciertamente es más de lo que acabo de decir.
De los seis dominios académicos se derivan 15 líneas de investigación, también trabajadas colectivamente. De manera más precisa que los dominios, estas líneas facilitan la gestión de la investigación al señalar las prioridades institucionales en este ámbito.
Estos son los principales elementos del modelo de investigación elaborados en el 2017. ¿Qué decir sobre la actividad misma? En primer lugar, felicito a nuestros investigadores por el incremento en la producción científica en el 2017, sean artículos en revistas indexadas, libros, o capítulos de libros.
En segundo lugar, alegra el saber que los artículos producidos por investigadores de nuestra universidad demuestran calidad, en el sentido de influencia real en el mundo académico. Solo para limitarnos al índice Scopus, nuestro puesto según el impacto de las publicaciones es superior al puesto que ocupamos según su cantidad. En efecto, en el período 2015 – 2017 hemos fluctuado entre el 1 y 2 puesto de las universidades ecuatorianas según el famoso índice H, y esto es una buena noticia.
Obviamente quisiéramos, y deberíamos, incrementar tanto el impacto como la cantidad de nuestra producción académica, y no solo con artículos reconocidos en Scopus, sino con todas nuestras publicaciones. Por esto el quinto de los desafíos es hacer que el sistema de investigación funcione plena y eficazmente, a pesar de las dificultades de gestión que experimentamos el año pasado, y que creemos haber superado actualmente.
El sexto desafío consiste en tender puentes con colegios y con el mundo de la producción.
Este desafío es una especie de resumen de muchas de nuestras inquietudes. Con frecuencia nos preguntamos sobre la preparación que nuestros nuevos estudiantes traen de su bachillerato. A un buen número de docentes les parece que es deficiente, una impresión que se escucha también en otras universidades.
Los datos nos muestran, por otra parte, que en el 2017 el porcentaje de estudiantes que aprobaron el examen de ingreso, para carreras de grado en Quito, subió en 5,6%. Una de las razones para esto fue la mejora en la aplicación del examen de admisión, sin afectar su rigurosidad.
¿Quiere decir esto que los estudiantes secundarios sí vienen bien preparados para la universidad, y que por años no hemos sabido cómo evaluarlos? ¿Hasta qué punto un mayor porcentaje de aprobación del examen de ingreso dependerá de su continua revisión y actualización? ¿Necesitamos realmente que el 100% de inscritos en el examen lo aprueben, y cómo vamos a gestionar esto que parece maravilloso a primera vista?
“Tender puentes con los colegios” es la frase que resume preguntas como éstas y la urgencia de comprender mejor el mundo de la educación secundaria, con el fin de adaptarnos a él … hasta cierto punto. Sin duda hay una brecha entre educación secundaria y educación superior, pero ¿cómo y hasta donde corresponde a las universidades el cerrarla?
Respecto a nuestra relación con el mundo del trabajo, también nos hacemos preguntas. Tenemos una muy buena reputación ante las empresas, como lo muestra un estudio de la firma española Merco, reportado por la revista Vistazo, y el ranking inglés QS, uno de cuyos indicadores es la opinión que los empleadores se forman de las universidades.
Pero dejemos a un lado los rankings y los puestos. Si nuestros estudiantes consiguen fácilmente trabajo, debido a sus propias cualidades y a nuestra reputación institucional, ¿significa esto que tenemos una adecuada relación con el mundo del trabajo y de la producción? Podemos ser buenos, y muy buenos, preparando profesionales en determinadas carreras, o en todas. Pero ¿cómo estas profesiones contribuyen a un mejor país, más justo, solidario y sostenible?
Es una pregunta difícil que no concierne a los estudiantes en cuanto tales, ni a sus docentes, sino a nuestras decisiones institucionales. Por esto, es un desafío que cala hondo el preguntarnos qué tipo de necesidades productivas y laborales estamos atendiendo, con qué actores económicos estamos relacionándonos, y  qué idea nos hemos formado de “un mejor país”.
Si me permiten una metáfora, diré que la PUCE es un buque que navega bien – aunque rechine de vez en cuando - y marchará mejor ahora que tiene a la investigación como su motor central. La cuestión es si nos dirigimos en la correcta dirección y si están subiendo los pasajeros que deberían estar.
El penúltimo reto es favorecer la cultura institucional del cambio.
Nuestra institución está sometida a permanentes cambios. La autoevaluación institucional, la autoevaluación de carreras, la evaluación externa de las carreras de derecho y enfermería, la planificación operativa y su ejecución, la depuración de la información, el rediseño de carreras, y por supuesto, la preparación e inicio del proyecto PUCEMÁS, alteraron la relativa tranquilidad de nuestras operaciones cotidianas.
Hubo también otras innovaciones tendientes a ganar en agilidad que no despiertan tanta suspicacia como el buzón de sugerencias, felicitaciones y reclamos, el sistema IGNATIUS para la gestión de información, y el aplicativo para el seguimiento del plan estratégico y los planes operativos.
Pero el proyecto PUCEMÁS es quizás el cambio que mayor inquietud despierta. Como recuerdan, este proyecto inició en enero del año pasado con el levantamiento de los principales procesos académicos, administrativos, financieros y de recursos humanos. Luego de un cuidadoso estudio de las mejores prácticas de otras universidades ecuatorianas y latinoamericanas, se eligió el sistema SAP para la automatización de los procesos administrativos, financieros y de recursos humanos, y el sistema Banner para los procesos académicos, las dos mejores soluciones en sus respectivos ámbitos. Resultado de este mismo estudio fue la elección de la empresa Neoris para la implementación y coordinación de estos dos sistemas, todo lo cual fue formalmente presentado a la comunidad el pasado 6 de octubre.
Este proyecto vendrá a revolucionar la manera de hacer las cosas en la PUCE, y esto no es exageración ni propaganda. Tiene enormes ventajas, y por esto lo emprendimos, pero sabemos que causará, y ya está causando, dificultades y algunas incertidumbres sobre nuestra futura configuración organizacional. Quiero asegurarles que el objetivo central de este proyecto, y de todas las transformaciones que atravesamos, es prestar el mejor servicio posible a estudiantes, docentes y personal administrativo, es decir a la comunidad entera y a los aspirantes.
Por esto debemos disponernos a cambiar nuestra forma de hacer las cosas y adaptarnos creativamente a los cambios de la institución. No nos interesa estar a la vanguardia tecnológica, aunque sabemos que sí lo estaremos a partir del abril 2019 cuando la última de las plataformas comience a operar. Lo que nos mueve es facilitar la vida de los estudiantes, simplificar el trabajo y los trámites de todos, contar con información oportuna y veraz, y tantas otras ventajas que justifican la inversión hecha. El desafío es entonces imaginar y desear el poder servir mejor, lo cual ilusiona más que las nuevas pantallas en la computadora con las cuales deberemos bregar al comienzo.
Paso al último desafío: optimizar nuestros servicios a la sociedad.
Aunque este reto es evidente, sí es importante aclarar que la búsqueda de fuentes alternativas de financiamiento tiene por objetivo principal contribuir a enfrentar nuestros dos primeros desafíos.
Una educación de calidad para todos, o por lo menos para muchos más, tiene como condición necesaria, pero no suficiente, contribuciones económicas accesibles para la mayoría de potenciales aspirantes. Por esto, la universidad redujo los aranceles en febrero 2016 y los congeló durante los tres semestres siguientes. Más todavía, el año pasado nuestros especialistas estudiaron la mejor manera de reducir los costos de las carreras, de donde resultó otra reducción de aranceles que se aplicó en el semestre en curso.
Continuaremos buscando formas de reducir los costos de nuestras ofertas educativas sin disminuir la calidad, pero habrá un límite. Una alternativa es entonces fortalecer el fondo de becas con ayuda de personas e instituciones de la sociedad civil. Otra es generar excedentes – fíjense que no digo lucro – para incrementar el fondo de becas mediante la optimización de algunos de nuestros servicios a la colectividad, o la creación de nuevos servicios.
CONCLUSIÓN
Me gustaría concluir con dos citas de dos figuras muy relacionadas con el mundo universitario, una cercana a nuestra universidad y otra no tanto, pero ambas muy expresivas del espíritu de la PUCE. Una cita se refiere al fondo de lo que hacemos, la otra a la forma en que lo hacemos, aunque bien podrían interpretarse en sentido inverso.
El filósofo argentino ya fallecido, Arturo Andrés Roig, que por diez años enseñó en nuestra universidad dice que la actitud básica para filosofar es: “querernos a nosotros mismos como valiosos … y tener como valioso el conocernos a nosotros mismos”. Es decir, los filósofos latinoamericanos deben reconocerse como valiosos si quieren hacer auténtica filosofía.
Esta idea es de incalculable importancia para nuestra universidad. El llevar cuentas de lo que se hace en un año, el buscar las razones de lo que se hizo o se dejó de hacer, y el interpretar lo hecho o lo mal hecho, debe desembocar en la valoración de lo que somos y hacemos como universidad. Si no logramos entender esto, nos pasaremos siempre envidiando lo que hacen otras universidades, especialmente las norteamericanas, y padeceremos con cada subida o bajada en los rankings universitarios, como si allí se nos fuera la vida. Si partimos del auto reconocimiento de nosotros mismos como valiosos, estaremos listos para ser una universidad capaz de desenvolverse globalmente; de lo contrario viviremos siempre como una universidad culturalmente colonizada.
La segunda frase la dijo el P. Pedro Arrupe, superior General de los Jesuitas de 1965 a 1983. Cuando lo acusaban de haber cometido errores en su gobierno durante aquellas décadas turbulentas, respondió: «No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de quedarnos de brazos cruzados - y no hacer nada- por miedo a equivocarnos».
Esta frase es suficientemente elocuente y no necesita comentarios adicionales.

Muchas gracias por su amable atención y paciencia.


martes, 13 de marzo de 2018


LAS UNIVERSIDADES LLAMADAS COFINANCIADAS Y LA LOES

Fernando Ponce León, SJ. Guayaquil, 7 de marzo 2018

Las universidades llamadas cofinanciadas tenemos tres características que justifican tres grupos de necesidades que solicitamos sean consideradas en la reforma a la LOES.

Somos, en primer lugar, universidades como todas las demás, lo cual es obvio. En este sentido compartimos con todas las universidades ecuatorianas muchas de las sugerencias que se han hecho para facilitar el funcionamiento de la universidad ecuatoriana, y por tanto subrayaré solo unas pocas.

La aptitud de un docente para ser titular agregado o auxiliar no debería medirse solo por el tema de su maestría, sino también por la capacitación recibida. Actualmente la LOES pide como requisito la afinidad entre el título de cuarto nivel del docente y el área del conocimiento en que enseñará o investigará. Pero pedir correspondencia entre título de posgrado y área de conocimiento es algo muy limitado. Creemos que un docente es también apto para la enseñanza y la investigación si posee un título de tercer nivel afín a su futura área de trabajo, más un posgrado en educación superior o investigación científica. (artículo 150).

Las facultades sancionadoras del Órgano Colegiado Académico Superior deberían reservarse para casos muy graves. Hoy resulta que el OCAS debe nombrar una comisión para garantizar el debido proceso y el derecho a la defensa de los sospechosos de haber cometido cualquier tipo de falta, desde las leves hasta las muy graves. Sugerimos que el OCAS intervenga solo si la sanción es de separación definitiva, en caso de estudiantes, o de terminación de la relación laboral, en caso de docentes. Así como la sanción debe ser proporcional a la falta, el ente sancionador debe guardar proporción con la supuesta falta, de acuerdo con el reglamento interno de la institución (artículo 207).

El OCAS debe estar conformado por miembros reales de la comunidad universitaria y, facultativamente, por otras personas. ¿Deben los graduados ser parte del OCAS? De suyo, la comunidad universitaria se hace con autoridades, docentes, estudiantes y trabajadores; los graduados ya no forman parte de ella. Pero si alguna universidad quiere incluirlos, la LOES debe permitir que lo haga, pero sin obligar a otras a sujetarse a esta comprensión ampliada – y dificultosa – de comunidad universitaria.  (artículos 45 y 47).

Las universidades llamadas cofinanciadas somos también universidades de la sociedad civil. Digo expresamente que somos “de la sociedad civil” porque un sector de ella, llámese colectivo ciudadano, organización religiosa u otra forma de organización civil, decidió en algún momento fundar una universidad abierta a todos. En este sentido tenemos necesidades que las universidades fundadas por el Estado tal vez no experimenten.

Solicitamos que se respete nuestra autonomía para el cálculo de los aranceles. Sin duda el Estado tiene la facultad de regularlos, pero la manera de calcularlos es potestad de las universidades. Por esto pedimos que desaparezca de la LOES toda referencia a “costos por carrera” cuando se mencionan los aranceles. Los aranceles deben respetar el principio de igualdad de oportunidades, pero cada universidad verá si los deduce del costo de sus carreras o de cualquier otro criterio, siempre y cuando sean razonables y no excluyentes. Esta autonomía también se extiende a tener o no un sistema de aranceles diferenciados (Artículos 89, 90)

Las medidas de prohibición del lucro en las universidades deben ser razonables. De acuerdo con que el lucro no va con la universidad, pero la sospecha tampoco calza con la función estatal de promover la creación y difusión del conocimiento. Por el espíritu que se percibe en la reforma al artículo 161, introducida con el llamado Código Ingenios en diciembre 2016, este texto estaría mejor en el código penal antes que en una ley de educación superior. Esperamos la profunda revisión de este artículo así reformado.

La carrera de docente de una universidad particular tiene características propias que bien podrían ser atendidas con un régimen especial en el Código de Trabajo (artículo 23.1 del Código de Trabajo). Un docente a tiempo parcial, por ejemplo, no podría ser legalmente contratado por horas, salvo que se recurra a la figura de honorarios profesionales. Pero esta argucia violenta la naturaleza de esta relación jurídica. Por otra parte, ante la necesidad de terminar una relación laboral con un docente entran en colisión el Código de Trabajo y la LOES, creándose incertidumbre en las instituciones y en los mismos docentes (artículos 70 y 151).

Finalmente, las universidades por las cuales me han pedido que hable recibimos fondos estatales destinados exclusivamente a sostener becas estudiantiles. El Estado no financia nuestras operaciones, sino que recurre a nuestras universidades para colocar becas y con esto ampliar el acceso de nuestros jóvenes a la educación superior. Esta particularidad hace que estemos atentos al mecanismo y criterios de asignación de fondos para becas.

Sin duda es buena idea el entregar fondos estatales en función de la demanda estudiantil. Pero la reforma a los artículos 24 y 30, introducida en la ley orgánica de extinción de universidades, en diciembre 2016, en la práctica creó más problemas de los que quiso solucionar.

Dejó en manos del CES la facultad discrecional de establecer anualmente el porcentaje de las pre-asignaciones y otros recursos públicos a favor de las instituciones particulares, sin que se sepa de qué es ese porcentaje. 

Estableció un sistema interminable de idas y venidas entre el organismo estatal rector de la política de becas, el CES, la universidad, el Ministerio de Finanzas y el estudiante que no ha podido ni podrá ser implementado con eficacia.

Entregó al organismo estatal rector de la política de becas la facultad, no solo de determinar el valor y cantidad de las becas, lo cual es aceptable, sino también de calificar a los potenciales becarios y adjudicar las becas. Esto es algo que las universidades sabemos y podemos hacer, siempre y cuando se confíe en nuestras capacidades y se quiera descargar a este organismo de nuevas complicaciones burocráticas.

Por estas razones, y otras más, proponemos la derogatoria de la reforma a los artículos 24 y 30 de diciembre 2016, y de la disposición transitoria vigésimo octava – la segunda porque ya había otra – que viene en consecuencia. La relación entre demanda estudiantil y fondos estatales para becas debería resolverse en un reglamento para que esta buena idea en la cual creemos no se pierda.

Todavía podría señalar otras sugerencias de mejora de la LOES, pero me he limitado a algunas pocas que considero importantes. Los documentos que ya circulan y el debate de esta mañana completarán de mejor manera lo aquí dicho.

martes, 6 de marzo de 2018

La Reconciliación nos complica la Vida

Inauguración del Conversatorio y Taller “Del Conflicto a la Reconciliación”

Fernando Ponce León, SJ.
PUCE, Quito, 27 de febrero 2018

Hoy tenemos el gusto de reunirnos para asistir a este conversatorio “del conflicto a la reconciliación”, con la participación de distinguidos ponentes. Sean todos bienvenidos.

La palabra “reconciliación” tiene un hondo significado en los ambientes cristianos, y especialmente en la Compañía de Jesús. Como bien saben, los jesuitas entendemos nuestra misión como un servicio a la reconciliación en tres dimensiones: la reconciliación del ser humano con Dios, la reconciliación en la humanidad, la reconciliación con la creación. Con esto no definimos el contenido de lo que hacemos, sino el carácter y sentido de todos los apostolados que emprendemos. Esta formulación viene a ser un nuevo giro de tuerca a la manera en que expresábamos anteriormente nuestra misión: servicio de la fe y la justicia en diálogo con las culturas y otras religiones. Dos maneras de intentar decir lo mismo: como creyentes queremos participar en la misión de Cristo que es la instauración del reino de Dios en este mundo.

Así como la palabra “reconciliación” es honda, es también polisémica. En primer lugar, tiene un significado religioso; quiere decir una restauración cósmica, futura y trascendental de un nexo entre Dios y su creación, un nexo que alguna vez estuvo bien establecido, que luego fue roto y que hoy nos esforzamos por re-establecer, encaminados por la vida y obra de Jesús de Nazareth.  Para re-conciliar hay que admitir que, en algún momento y de alguna manera muy difícil de explicar, Dios y su creación estuvieron conciliados.

Afortunadamente lo que es difícil para la teología, no lo es para la narrativa. El libro del Génesis nos cuenta que en un inicio Dios vivía a gusto en el jardín del Edén y se entretenía conversando con el ser humano. Todo estaba conciliado, todos disfrutaban del lugar, y nadie tenía de qué quejarse. Vino la ruptura del pecado, y vino finalmente Jesús para anunciar que era posible reconciliar lo que estaba roto, y salvar lo que estaba perdido. A este mundo reconciliado por venir la llamó el Reino de Dios, cuya explicación más simple la he encontrado en un novelista contemporáneo, francés y agnóstico, Emmanuel Carrère: el Reino es el lugar donde Dios quisiera estar.

Todo esto lo digo a propósito del significado religioso de la reconciliación. Además de éste, existe un segundo significado, sabiendo que seguramente hay más de dos. Reconciliación es un término que se refiere a los caminos pastorales o las estrategias de acción – cada uno elija la expresión que mejor le cuadre – que podríamos poner en obra para conseguir la Reconciliación en su primer sentido. Este es un significado de tono más práctico que se relaciona con el religioso pero que no se identifica con él.

Es muy importante precisar estos dos sentidos de la reconciliación para no banalizarla ni caer en una tentación que hoy considero muy fuerte en los ambientes católicos. En este mundo de lo políticamente correcto, pareciera que expresiones como “justicia social”, “opción por los pobres”, “lucha y compromiso” ya no debieran usarse porque irritan y molestan a algunos. Para que todos nos sintamos unidos y felices – “juntos como hermanos”, como dice una canción católica – mejor es evitar lo que hiere y enoja al prójimo, aunque siga siendo verdad.

Seamos claros: la reconciliación no desplaza a la justicia; no está pensada para sustituir en nuestra jerga pastoral un término incómodo por otro más agradable. Si queremos utilizar la palabra reconciliación para evitar mirar y enfrentar las injusticias que nos rodean, es que no estamos entendiendo nada sobre la reconciliación ni nada sobre la justicia, ni absolutamente nade sobre el Reino de Dios.

Intentaré explicarme hablando de tres formas o estrategias con las que generalmente queremos contribuir a la reconciliación en su sentido religioso. Puede sonar a poco, o puede sonar pretensioso hablar sobre esta materia tan vasta, pero ya que me han dado la oportunidad de hablar, no quiero desaprovecharla.

Tenemos primero la reconciliación en sentido literal, que es la restauración de algo bueno pero perdido. Puede ser el amor de pareja, la unión cívica en un país, un ecosistema que se autorregulaba antes de la venida de invasores, y muchas otras situaciones más. En todos estos casos el esquema es el mismo: todo andaba más o menos bien, vino una irrupción, y ahora intentamos que las relaciones mejoren, sin tal vez aspirar a que sean las mismas, pues nunca lo serán después de la crisis.

Existe en segundo lugar la conciliación, así sin más, sin segundas apariciones. Aquí no se supone la existencia de un momento bueno que luego se degradó. Se asume que nunca la situación fue correcta o buena, pero de algún modo se descubre la necesidad de intervenir en ella y orientarla hacia lo que nos parece bueno o correcto, en las circunstancias actuales. El ejemplo que me viene a la mente inmediatamente es la relación entre las clases socioeconómicas que dividen la sociedad entre quienes concentran la riqueza y las oportunidades y quienes son despojados y excluidos de ellas. Es el uno por ciento de la población poseedora de la mitad de la riqueza mundial contra el resto (Informe Riqueza Global 2017 elaborado por el Instituto de Investigación Crédit Suisse).

Cuando hablamos de conciliación en este caso hay que entender que nunca hubo una edad dorada de igualdad que por alguna razón desapareció. La desigualdad, inequidad y empobrecimiento, las guerras y las torturas, siempre han existido. Pero algunos creyentes y humanistas empecinados consideramos que esto no va más, que debería acabarse y que la especie humana debería, no re-conciliarse, sino, por primera vez, converger hacia una familia humana de iguales, que se tratan con el mismo respeto y consideración.

Esto es muy difícil de creer, a diferencia del caso anterior, donde por lo menos había un estado previo y glorioso que sirve de referente. Es muy difícil de creer en la conciliación porque si la desigualdad existió siempre, ¿qué nos hace pensar que la haremos retroceder? ¿Alguna vez ganará espacio la solidaridad frente al egoísmo? ¿Puede un torturador reconvertirse?

Además de la reconciliación y la conciliación, tenemos un tercer camino o estrategia para la construcción del Reino de Dios, que no será muy popular en esta inauguración. Es el conflicto, no como un hecho que existe irremediablemente y que haya que evitar de cualquier manera, sino como algo querido y buscado frente a un estado de cosas falsamente conciliado.

Para no demorarme mucho en mi exposición, evocaré el ejemplo de Jesús en el Templo de Jerusalén. Este campesino de Galilea vino expresamente a voltear mesas de comerciantes y arruinar así la mutua comprensión que había entre compradores y vendedores en una semana de fiesta y alabanzas a Yahvé. Todo estaba bien, pero Jesús introdujo un conflicto que interpretó como su modo de hacer llegar el Reino en esas circunstancias. La historia dice que perdió; pudieron más los guardianes de la falsa paz. Pero San Pablo enseña que “Dios nos ha reconciliado consigo mismo por medio de Cristo y nos ha confiado el ministerio de la reconciliación” (2 Cor 5, 19)

Con todo esto quiero decir que la reconciliación o el Reino supone, efectivamente, la existencia del conflicto, pero bajo tres formas distintas:

  • Hay ciertamente un conflicto que irrumpe y destruye la armonía de una determinada situación y cuya superación se vuelve necesaria si queremos alcanzar un nuevo entendimiento, en algo parecido y en algo distinto a la anterior.
  • Existe también un conflicto instalado desde siempre en la historia y condición humana. El Reino también nos pide superarlo porque creemos que Cristo ya lo hizo, pero esta superación requiere mucha fe, mucha esperanza, mucho amor y compromiso.
  • Tenemos también el conflicto que acaba con la falsa idea de mundo feliz promovida por quienes disfrutan con el actual estado de las cosas.  Bien conducido, este conflicto libera y abre puertas a quienes siempre se han quedado por fuera de todo.


He dicho todo esto porque creo que el paso del conflicto a la reconciliación es un camino atrayente y necesario, pero complejo. Tomado a la ligera podría limitarse a ser un nuevo discurso sin aristas ni asperezas para cristianos bien pensantes. O peor aún, podría inmovilizar la búsqueda del auténtico Reino de Dios, a cuya construcción Jesús convoca a todos por igual.

Estoy plenamente convencido que nuestros ponentes y nuestros compañeros jesuitas invitados nos ayudarán a entender la complejidad en la que nos metemos cuando queremos trabajar para pasar del conflicto a la reconciliación, y que nos ayudarán a entender qué tiene que ver la justicia con la reconciliación. Quizás la principal obra de la justicia sea trabajar por la reconciliación de “los desavenidos”, como decían los primeros jesuitas, y crear conflicto en los falsamente conciliados. Esto sería dar a cada uno lo suyo; que los afligidos alcancen la paz, y que los satisfechos comiencen a preocuparse, para usar terminología bíblica. Pero estos son temas mayores que ustedes sabrán abordar mucho mejor en este día y en este taller.

Quiero decir por último que la PUCE se siente honrada por haber sido escogida como lugar para albergar este conversatorio y este taller pues el tema tiene mucho que decir a nuestra misión en el campo de la educación superior.

Como decía un compañero jesuita, P. Rafael Velasco SJ, antiguo rector de la Universidad Católica de Córdoba: “el centro de la universidad está fuera de la universidad”. Porque el tema que nos reúne nos recuerda esta verdad, porque la reconciliación nos complica la vida personal e institucional, tengo mucha alegría en declarar inaugurado estos dos importantes eventos. 

martes, 2 de enero de 2018

Reconciliación de toda la Familia Humana y Cuidado de la Casa Común según la Encíclica Laudato Si'

Ministerio de Relaciones Exteriores (Quito)

P. Fernando Ponce León, SJ. 15 diciembre 2017

INTRODUCCIÓN

A fin de responder al tema que me han propuesto, que es la reconciliación de la familia humana y el cuidado de la casa común, desde el punto de vista de la encíclica Laudato Si, del Papa Francisco, del 2015, quisiera plantear dos preguntas:

¿Por qué el cuidado de la casa común exige la reconciliación de la familia humana? Al responder a esta pregunta intentaré mostrar un punto central de esta encíclica del Papa Francisco.

¿En qué aporta el diálogo inter-religioso al cuidado de la casa común y a la reconciliación de la familia humana? Esta pregunta me servirá para decir algo sobre el tema general de este encuentro, que es la cultura de la paz y el diálogo inter-religioso.

CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y RECONCILIACIÓN

El cuidado del planeta suscita una gran adhesión de la parte de prácticamente todo el mundo. Rara es la persona que esté en contra, aunque existen múltiples y a veces contradictorias maneras de entender este objetivo. La manera en que el Papa lo comprende se ve ya en el subtítulo de su encíclica, donde se habla de “casa común”, antes que de “planeta”. Esto significa, en primer lugar, que todos los seres vivientes tenemos en común al menos una característica: habitamos un mismo ambiente o espacio actualmente en deterioro, que es lo común entre nosotros. En segundo lugar, el ambiente requiere cuidado y administración responsable, y no explotación, a fin que los ocupantes podamos vivir bien. Es lo mismo que pensaríamos sobre las casas en las cuales habitamos. A nadie se le ocurrirá comenzar a vender las puertas y ladrillos de su departamento para comprar comida y autos con el fin de “mejorar la calidad de vida”.

Ahora bien, el “ambiente” no es solo la materia inorgánica que nos entorna: rocas, metales, tierra. Los vivientes constituimos, unos para otros, el entorno vital en que nos movemos y existimos porque nos necesitamos unos y otros. La encíclica lo dice así: “todo está conectado” (LS, n. 91). De aquí resulta que “Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza» (LS n. 117).

De esta forma el pensamiento católico progresa de la idea de interdependencia de todos los seres humanos, unos con otros, a la idea de conectividad del todo, de todos los vivientes. Por este motivo, la reconciliación entre los individuos de la especie homo sapiens, contribuye al bien de todos los vivientes y por ende al cuidado de la casa común.

Es común pensar, no solo en ambientes católicos, que la sostenibilidad ambiental es un medio para el bienestar humano, así como antes se creyó que el camino a seguir era la explotación de los recursos. Antes pensábamos que la explotación ilimitada del planeta nos traería la felicidad; ahora que los recursos se están agotando, descubrimos que la vía es su uso razonable.

Obviamente, el Papa Francisco no niega el carácter instrumental de la sostenibilidad ambiental, pero dice algo más: los seres vivientes, en cuanto tales y en cuanto ecosistema, valen por sí mismos, no solo como medio para el bienestar humano. El centro de la creación son los seres vivientes, incluidos nosotros los humanos, pero no solo nosotros.

En definitiva, la reconciliación humana contribuye al bienestar de todos nuestros co-habitantes, y por supuesto de nosotros mismos. Si cuidamos el bien de una parte estaremos cuidando el bien del todo.

DIÁLOGO INTER-RELIGIOSO Y CUIDADO DE LA CASA COMÚN

¿En qué aporta el diálogo inter-religioso al cuidado de la casa común y a la reconciliación de la familia humana? Para algunos, la religión y las religiones en diálogo unas con otras, y con la cultura secular, son un aporte positivo para el bienestar de la humanidad. Sin embargo, hay otros que consideran que las religiones han sido una permanente fuente de violencia en la historia humana, lo cual las descalifica y justifica todo esfuerzo por erradicarlas de las sociedades contemporáneas.

No voy a referirme a la debilidad argumentativa de esta segunda postura; más bien voy a citar un texto importantísimo de la Laudato Si: “Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad. Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje” (Laudato Si, n. 63).

En otras palabras, el ser humano aprehende la realidad y se hace cargo de ella de múltiples formas. Es lo que se afirma con términos como interdisciplinaridad y transdisciplinaridad. A lo largo de nuestra historia, las diversas culturas han desarrollado cosmovisiones, filosofías, religiones,  métodos científicos muy variados y otros saberes y conocimientos no menos diversos para ayudarse a vivir en contextos complejos. Hoy, el deterioro ambiental es una nueva crisis de alta complejidad que solo se entenderá con lo que podemos llamar de manera amplia, el diálogo de saberes, incluyendo las religiones.

Para terminar, permítanme citar dos ejemplos del aporte de las religiones ante esta crisis. Las religiones siempre han sostenido que “menos es más”, es decir, que la austeridad y la sobriedad en nuestro trato con los bienes materiales nos hacen más humanos; hoy vemos que también nos vuelven más sostenibles. Además, las religiones invitan constantemente a la interiorización o cultivo del espíritu, y por esto casi la totalidad de espiritualidades son de carácter religioso. Gracias a esto, hoy descubrimos que la espiritualidad, religiosa o no, es un requisito fundamental para la reconciliación humana y ambiental, porque nos ayuda a detener la máquina consumista y depredadora que hemos construido y jerarquizar nuestros valores como sociedad. No está de más recordarlo en este tiempo de Navidad.

Inauguración de la VII Semana Internacional de Economía

Quito, 12 de diciembre 2017

Me da mucho gusto saludarlos al inicio de esta séptima semana internacional de la economía, y además me siento honrado en desearles la bienvenida a importante este evento académico.

Ya que me permiten decir algunas palabras en esta inauguración, quisiera referirme a lo que considero es el principio de éste y de todos los eventos académicos que nuestra universidad organiza. Ya se imaginarán que cuando digo “principio” no me refiero al primer momento cronológico de esta mañana, sino al motivo o razón fundamental que origina nuestras actividades académicas, aquello que las “principia” y ordena. Dicho de otra manera, ¿por qué la PUCE organiza eventos académicos? ¿Solo porque es propio de cualquier universidad el hacerlo?

Como bien sabemos, las universidades ecuatorianas enfrentamos actualmente un desafío crucial. En las sociedades contemporáneas, el conocimiento se ha convertido en un factor generador de riqueza personal y social, como lo han sido – y siguen siéndolo todavía – la tierra, los medios de producción o los recursos financieros. Quizás más que otras instituciones, las universidades tenemos la enorme responsabilidad de generar y distribuir este formidable vector de humanización y de construcción social.

Ahora bien, así como el conocimiento puede contribuir al desarrollo de sociedades prósperas y equitativas, también puede servir para lo contrario. Dependiendo de cómo se lo utilice, produzca o difunda, el conocimiento puede convertirse también en un mecanismo que incrementa la exclusión y la inequidad en un país. Si queremos ser una academia responsable, no podemos eludir el desafío de dotar de un propósito a la gestión del conocimiento, un propósito que sea éticamente relevante en este cambio de época, y que no se pierda en su dimensión pragmática o productiva. Sabemos que el conocimiento es útil, queremos que también sea valioso.

En este sentido, la PUCE ejerce su actividad académica, uno de cuyas manifestaciones es esta semana internacional de la economía, movida por dos convicciones: es una actividad en el mundo y es una actividad para otro mundo posible. Lo primero quiere decir que toda investigación o aprendizaje se enraíza en un contexto determinado, quiéralo o no el investigador, el docente o el alumno. La circunstancias sociales e históricas determinan qué se investiga, aprende o comunica, de modo que incluso la teoría más abstracta en economía o en cualquier ciencia no puede prescindir del lugar donde se origina o estudia.

Lo segundo significa que no basta con que el investigador o el docente tenga plena conciencia del contexto en el que ejerce su actividad académica para que ésta valga. Los inventores de la bomba atómica supieron muy bien en qué circunstancias históricas trabajaban, y gracias a eso pudieron desarrollar conocimientos útiles, desgraciadamente útiles y efectivos. Pero a nadie se le ocurrirá decir que fueron conocimientos valiosos para la humanidad.

Entonces, si queremos ser responsables con nuestros conocimientos y eventos académicos, debemos dotarles de valor y no solo de utilidad; es decir hemos de optar decidida y explícitamente porque los resultados de la investigación, sean teóricos o prácticos, contribuyan directa o indirectamente a construir una sociedad a la altura de nuestra dignidad humana, una sociedad que quisiéramos fuera más justa, solidaria y sostenible, no solo más eficiente.

Mucho se podría elaborar a partir de estas dos convicciones, pero no es el momento. Quiero terminar aclarando que la finalidad transformadora en la gestión del conocimiento, por la que apuesta la PUCE, de ninguna manera contradice la seriedad y rigurosidad que se esperan en toda actividad investigativa. Muy al contrario, le ofrece un horizonte de sentido donde caben las distintas formas y prácticas que caracterizan la investigación.

A lo largo de estos días ustedes escucharán a destacados expertos nacionales e internacionales sobre los temas que nos convocan, y tendrán muchas ocasiones para debatir y proponer nuevas ideas y enfoques. Les deseo de todo corazón encuentros muy fructíferos y diálogos tan apasionados como profundos. Siéntanse en su universidad, y sepan que la PUCE les agradece por compartir su tiempo y conocimientos en la séptima semana internacional de la economía que con todo gusto declaro inaugurada.