CUENTA Y RAZÓN
2017
INFORME ANUAL
ANTE EL CONSEJO SUPERIOR,
EL CONSEJO ACADÉMICO Y LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA
Dr. Fernando Ponce León SJ, 17 de abril 2018
Quiero
en primer lugar agradecerles por su presencia porque así demuestran el aprecio
e interés que tienen por nuestra universidad, lo cual nos alegra y honra a la
vez.
Hemos
comenzado hoy con el recuerdo de nuestros siete hermanos asesinados y con la
expresión de nuestras condolencias a sus familias, porque el país está
conmovido, y con él la Universidad. Lo sucedido indigna, pero no debe
paralizarnos ni volvernos vulnerables a las manipulaciones de intereses
antinacionales. Como universidad ecuatoriana que somos debemos renovar nuestro
compromiso por la paz basada en la justicia y la unidad del país ante las
adversidades. Es lo que haremos para que nuestra solidaridad con las víctimas
sea auténtica y creíble.
INTRODUCCIÓN
Tengo
mucho gusto en presentarles la actividad de la universidad a lo largo del año
2017. Dado que es innecesario, además de imposible, mostrar exhaustivamente
todo lo realizado, quisiera centrarme en los ocho desafíos que la universidad
debe enfrentar en el 2018 y en adelante.
Asumo
este método expositivo porque detrás de los retos existe todo un recorrido
institucional que los explica y justifica, que espero poder transmitirles
adecuadamente. Además, mi presentación podrá ser completada con la información
que se encuentra en el folleto y en la página web, donde se encuentran
abundante información cuantitativa y cualitativa que no creo necesario repetir
en su totalidad.
Tengo
dos notas preliminares. La primera es que el año 2017 fue un tiempo de
redefiniciones institucionales. Una vez que el Consejo Superior de Educación aprobó
las reformas al estatuto el 2 de septiembre del 2016, El Consejo Superior y el
Consejo Académico desarrollaron un intenso trabajo de actualización de nuestra
normativa interna. Aprobaron reformas a los reglamentos y elaboraron nuevas
políticas generales, e iniciaron el estudio de otras reformas reglamentarias. Por
mi parte, di paso al Modelo educativo de la PUCE y muchas normas
procedimentales internas. Muchos de los cambios que estamos sintiendo se deben
a estas redefiniciones institucionales.
En
segundo lugar, podemos tener un vistazo general del año pasado si analizamos el
cumplimiento de nuestros planes operativos. La planificación operativa alcanzó
un 70,5% de cumplimiento a diciembre de 2017. Al ser el primer año que se
ejecuta una planificación operativa amparada en la planificación estratégica a
nivel nacional, el porcentaje alcanzado denota un trabajo en conjunto y resulta
aceptable. Por otra parte, el presupuesto ejecutado representa el 45% del total
presupuestado.
Vamos
ahora sí a los desafíos.
Como
bien saben, la universidad se organiza en torno a cuatro lineamientos
generales: desarrollo integral de la persona, impacto social, agilidad y
sostenibilidad. Los dos primeros condensan lo que entendemos como nuestra
misión. El tercero y el cuarto se refieren a las condiciones para realizarla,
condiciones culturales o actitudinales, el tercero, y condiciones materiales,
el cuarto.
Seis
de los ocho desafíos se relacionan con los dos primeros lineamientos, lo cual
quiere decir que la universidad se focaliza principalmente en el cumplimiento
de su misión, lo cual es alentador. Como bien nos decía hace poco el rector de
la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, el jesuita Rafael Velasco, “el
centro de la universidad está fuera de la universidad”, y creo que nuestra
comunidad está asimilando progresivamente este ideal. En cuanto al séptimo y
octavo desafíos, estos se refieren respectivamente al tercer y cuarto
lineamientos.
El
primero de los desafíos es articular más
eficazmente los diversos programas que complementan la formación académica de
grado y posgrado.
En
marzo concluyó nuestro proceso de rediseño de carreras y de diseño de nuevas ofertas.
Considerando solo los proyectos aprobados por el CES hasta diciembre, la PUCE
ofrece al país 85 carreras y 18 programas, 17 de los cuales son
especializaciones médicas.
Contra
lo que podría parecer, nuestra oferta académica no ha disminuido, porque existe
un buen número de carreras y programas en elaboración y otros en espera de
aprobación interna o por parte del CES. Tomándolos en cuenta, bien podría ser
que en septiembre de 2018 tengamos aproximadamente 104 carreras y 44 programas
para ofrecer al país.
Este
incremento en número de ofertas es importante porque significa más diversidad y
cupos para que los jóvenes participen de nuestro modelo formativo. Pero tanto o
más importante que el número, son las innovaciones en las ofertas formativas.
Todas las carreras nuevas o rediseñadas contemplan materias comunes e
itinerarios abiertos a todos los estudiantes, mecanismos con los cuales
queremos fomentar el aprendizaje interdisciplinar y la complementariedad en la
formación profesional.
Por
otra parte, la formación de grado y de posgrado se acompaña con diversas
actividades que se agrupan en el “Plan de Bienestar e inclusión estudiantil”.
Si a esto sumamos la actividad cultural y deportiva que realizan nuestros
estudiantes, el acompañamiento espiritual, las oportunidades de crecimiento en
la fe cristiana, el programa de liderazgo universitario latinoamericano
ignaciano, y el voluntariado, que en el 2017 convocó aproximadamente a 480
estudiantes, vemos que sí contamos con una sólida oferta de iniciativas extra
curriculares, además de la reconocida formación de grado y posgrado.
El
desafío que sentimos en este sentido es la adecuada articulación de ofertas
académicas con estas oportunidades formativas complementarias. Obviamente no
esperamos que todos los estudiantes hagan de todo, porque apenas les quedaría
tiempo para estudiar, que para eso vienen. Pero sí debemos presentar más
armónicamente todas las oportunidades que ofrecemos para el crecimiento humano,
profesional y ciudadano de nuestros estudiantes. Esto requiere, entre otras
cosas, revisión de los horarios en función de los estudiantes y un mejor manejo
de los espacios deportivos, académicos y culturales, tareas que sí somos
capaces de realizar y que asumiremos en este año.
Nuestro
segundo desafío consiste en ofrecer
nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes.
En el
2017 tuvimos 277 estudiantes de grado menos y 1252 estudiantes de posgrado
menos que en el 2016.
Estas
disminuciones preocupan, es verdad, pero no deberían llevarnos a concentrarnos
excesivamente en la cuestión de los números crecientes o decrecientes.
Recordemos
que en el año 2016 tuvimos más estudiantes de grado y de posgrado que en el
2015, y sin embargo también en aquel año consideramos como desafío el ofrecer
nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes. ¿Por qué
decimos esto?
En
primer lugar, porque nuestra propuesta educativa vale mucho, y su valor consiste
en que con ella contribuimos a la transformación del país y a la transformación
de muchas vidas. Mientras más jóvenes compartan nuestro sueño de cambio social
mediante el conocimiento superior, más cerca estaremos de un mejor Ecuador.
Porque el país necesita más agentes de cambio, debemos crecer, obviamente en
números razonables y manejables.
La
segunda razón para que la expansión de nuestro proyecto educativo es un reto a
nuestra identidad y misión, es que todos los jóvenes tienen derecho a la
educación superior. En la medida de nuestras posibilidades, debemos contribuir
a la satisfacción de este derecho, especialmente para aquellos de escasos
recursos o insuficiente preparación académica previa. La razón es que la
educación superior es un bien público, no una mercancía, y como bien público
genera responsabilidades en las universidades de la sociedad civil como la
nuestra. Recordemos que lo público no se reduce a lo estatal, y por tanto no
deberíamos dejar toda la responsabilidad de ampliar el acceso a la educación
superior al Estado ecuatoriano. Naturalmente el Estado deberá entender que
también tiene responsabilidades con las universidades de la sociedad civil,
pero esa es otra historia para otro momento.
Sin este marco conceptual, quedaremos
reducidos a calcular nuestro punto de equilibrio, para luego sumar y restar.
Siendo esto imprescindible, no lo es todo ni mucho menos la razón de ser de
nuestra universidad.
Ahora
bien, hemos trabajado bastante en el 2017 para responder a este reto. En la
sede Matriz se implementó un plan de promoción estratégica que nos puso en el
primer lugar de recordación en los bachilleres de la ciudad, e incrementó
nuestra presencia en medios de comunicación. También se evaluó y mejoró todo el
ciclo estudiantil, es decir el proceso que va desde la promoción de carreras y
programas, la inscripción en exámenes, y la admisión hasta la matriculación.
Además, se realizó un curso de preparación para rendir el examen de ingreso, y
un curso de nivelación, ambos con mayor asistencia que en el 2016. Cabe señalar
que, gracias al nuevo reglamento de estudiantes, los cursos de nivelación
funcionan como una segunda opción de admisión en la universidad, alternativa al
examen.
Lo
anterior sucedió en la sede Quito, pero en las otras sedes se adoptaron
estrategias similares: consolidación del proceso de admisión, en Ambato, cursos
de nivelación general en lenguaje, comunicación y matemáticas, en Ibarra,
campañas de difusión, en Manabí, por citar solo estos ejemplos.
Estos
mecanismos tendientes a incrementar el número de admitidos y matriculados se
completan con otros que buscan aumentar las tasas de retención y de titulación,
como la elaboración de un sistema de tutorías integrales, y el análisis del proceso
de titulación.
Por
otra parte, se han hecho propuestas para incrementar el fondo de becas que han
sido bien acogidas por algunos de nuestros aliados.
En
definitiva, se diseñaron estrategias eficaces para aumentar el número de
admitidos, matriculados y graduados, así como iniciativas para reducir las
barreras académicas y económicas para el ingreso en la universidad. Estos
adelantos mostrarán interesantes resultados a partir de este año, resultados
que buscaremos incrementar por las dos razones antedichas.
Repensar nuestra identidad cristiana y
católica es el tercero de nuestros desafíos.
Nuestra
propuesta educativa se vuelve más pertinente y oportuna si mostramos con
claridad lo que tiene de específico y diferente respecto a otras ofertas de
educación superior.
Ahora
bien, nuestra especificidad nace del carácter católico, y de la inspiración
humanista e ignaciana que sostienen la universidad. Esta especificidad se expresa
en al menos tres formas.
En
primer lugar, nuestros valores nutren una misión que se expresa de esta manera:
ofrecer una educación integral, incluyente y con impacto social. Esta misión,
de por sí, ya muestra la impronta cristiana en la educación superior, su sello
específico, pero todavía hay dos maneras más de ser institucionalmente
cristianos y católicos, sin faltar obviamente al debido respeto a la pluralidad
de creencias de nuestra comunidad universitaria.
Quisiera
graficar la segunda con un evento que ocurrió en noviembre del año pasado. La Dirección de Pastoral Universitaria
ofreció un taller de bioética basado en casos prácticos que se completó con un
seminario sobre el enfoque de género y sus desafíos para la búsqueda de
igualdad, las políticas públicas y las tradiciones religiosas, evento que se
realizó bajo la dirección del sacerdote y médico español, el Dr. Emilio José
Ibeas. Este taller y seminario sucedieron en momentos delicados para la
sociedad ecuatoriana cuando se discutía sobre la ley orgánica integral para
prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, y en un año marcado por
marchas blancas y debates y epítetos no tan límpidos.
El
taller y el seminario fueron exitosos ante todo porque permitieron el diálogo
académico entre de distintas posturas ideológicas y religiosas sobre el tema,
como es lo propio de una universidad. De esta forma, el evento representa uno
de los modos de ser universidad católica en la sociedad secular contemporánea.
Una universidad que se considera católica ha de saber situarse en las fronteras
existenciales de hoy, allí donde los valores de la fe y las exigencias más
profundas del ser humano se encuentran en tensión. Debe estar allí para dar a
conocer, argumentada y rigurosamente, el punto de vista de la fe cristiana
sobre las cuestiones que más preocupan nuestras sociedades.
La
tercera manera en que esta institución muestra su sello específico es
proponiendo oportunidades formativas coherentes con su identidad. Por esto hay
que destacar el trabajo de creación de dos maestrías de investigación, las
únicas que por el momento han sido aprobadas: la maestría en teología y la
maestría en bioética. También hay que reconocer los 35 proyectos de voluntariado
que la universidad realizó en el 2017. Si hubiera que resumir los signos
identitarios de la fe católica en uno solo, este sería el darse a los demás de
manera desinteresada, que es lo que el voluntariado intenta promover con hechos
antes que con palabras.
Como
bien diría el Papa Francisco, estamos llamados a ser una universidad católica
en salida, así como la Iglesia debe, en palabras del mismo Papa, salir de la
sacristía y pasar a servir en los campos de las actuales batallas
existenciales.
Nuestro
cuarto desafío consiste en fortalecer la
unidad y coordinación de las seis sedes.
La
PUCE cuenta con la formidable ventaja de ser una universidad verdaderamente
nacional, con 9 campus, en 6 provincias del país. Conscientes de esta riqueza,
las autoridades de las sedes comenzamos a reunirnos con frecuencia bimensual en
el 2016, y en el 2017 aparecieron los primeros resultados de esta sinergia.
Uno
de ellos es el haber construido 6 carreras y 6 posgrados con igual contenido
curricular o coincidentes en más del 80%. Esta forma de trabajar en la
universidad nos fortalece al momento de establecer convenios con otras
universidades, participar en redes académicas o facilitar estancias en el extranjero
por obvias razones.
Otro
factor para el fortalecimiento del sistema PUCE es el proyecto PUCEMÁS, que,
como muchos saben, es nuestra gran apuesta organizativa y tecnológica para los
próximos 20 años. Este proyecto está sirviendo como catalizador de nuestra
dinámica organizativa puesto que continuamente hace que nos preguntemos cuáles
son aquellas mejores prácticas de las sedes que podrían enriquecer los procesos
generales del conjunto.
De
esta manera, el sistema PUCE se consolida, tanto en lo académico como en lo
administrativo, aunque no sin dificultades, totalmente comprensibles debido a
los muchos años de trabajo independiente. En este punto conviene recordar una
de las características de nuestro modo de ser: buscamos la excelencia –
académica, administrativa – pero no por ella misma; queremos una excelencia con
sentido.
El
quinto desafío de la universidad es hacer
funcionar completamente el modelo de gestión de la investigación.
En el
año 2017 se pusieron bases importantes para la institucionalización de la
investigación. En primer lugar, el Consejo Superior aprobó en mayo dos
políticas de orientación general, la primera de las cuales hace de la
investigación el principio organizador de nuestra actividad académica, y la
segunda confirma explícitamente que el desarrollo integral y sostenible es el
horizonte último de nuestro quehacer.
De
este modo la universidad inició la transición de ser universidad principalmente
centrada en la docencia a convertirse en universidad de investigación y
docencia, algo que nos urge realizar para mantenernos fieles a nuestra tradición
investigadora y docente ampliamente reconocida.
Otro
componente importante del modelo de gestión de la investigación son los
dominios académicos. Luego de un cuidadoso proceso de construcción realizado
por las sedes, se identificaron seis campos de conocimiento en que somos
fuertes o podemos llegar a serlo, según nuestras capacidades actuales y
voluntad de innovar.
Notemos
que en el centro de los seis dominios se encuentra el concepto de “cuidado de
la casa común”, que, como sabemos, expresa el ideal de reconciliación ambiental
y social promovido por la Iglesia católica y el Papa Francisco. Este concepto
se conecta con la interculturalidad y el desarrollo sostenible e integral, que
vienen a ser los ejes transversales de los seis dominios académicos. Además,
uno de los dominios es el manejo sostenible de recursos naturales, que tiene
una importancia incuestionable para el cuidado de la casa común. Con esto ya
podemos responder cuando nos pregunten qué hace la PUCE por la sostenibilidad
ambiental, que ciertamente es más de lo que acabo de decir.
De
los seis dominios académicos se derivan 15 líneas de investigación, también
trabajadas colectivamente. De manera más precisa que los dominios, estas líneas
facilitan la gestión de la investigación al señalar las prioridades
institucionales en este ámbito.
Estos
son los principales elementos del modelo de investigación elaborados en el
2017. ¿Qué decir sobre la actividad misma? En primer lugar, felicito a nuestros
investigadores por el incremento en la producción científica en el 2017, sean
artículos en revistas indexadas, libros, o capítulos de libros.
En
segundo lugar, alegra el saber que los artículos producidos por investigadores
de nuestra universidad demuestran calidad, en el sentido de influencia real en
el mundo académico. Solo para limitarnos al índice Scopus, nuestro puesto según
el impacto de las publicaciones es superior al puesto que ocupamos según su
cantidad. En efecto, en el período 2015 – 2017 hemos fluctuado entre el 1 y 2
puesto de las universidades ecuatorianas según el famoso índice H, y esto es
una buena noticia.
Obviamente
quisiéramos, y deberíamos, incrementar tanto el impacto como la cantidad de
nuestra producción académica, y no solo con artículos reconocidos en Scopus,
sino con todas nuestras publicaciones. Por esto el quinto de los desafíos es
hacer que el sistema de investigación funcione plena y eficazmente, a pesar de
las dificultades de gestión que experimentamos el año pasado, y que creemos
haber superado actualmente.
El
sexto desafío consiste en tender puentes
con colegios y con el mundo de la producción.
Este
desafío es una especie de resumen de muchas de nuestras inquietudes. Con
frecuencia nos preguntamos sobre la preparación que nuestros nuevos estudiantes
traen de su bachillerato. A un buen número de docentes les parece que es
deficiente, una impresión que se escucha también en otras universidades.
Los
datos nos muestran, por otra parte, que en el 2017 el porcentaje de estudiantes
que aprobaron el examen de ingreso, para carreras de grado en Quito, subió en
5,6%. Una de las razones para esto fue la mejora en la aplicación del examen de
admisión, sin afectar su rigurosidad.
¿Quiere
decir esto que los estudiantes secundarios sí vienen bien preparados para la
universidad, y que por años no hemos sabido cómo evaluarlos? ¿Hasta qué punto
un mayor porcentaje de aprobación del examen de ingreso dependerá de su
continua revisión y actualización? ¿Necesitamos realmente que el 100% de
inscritos en el examen lo aprueben, y cómo vamos a gestionar esto que parece
maravilloso a primera vista?
“Tender
puentes con los colegios” es la frase que resume preguntas como éstas y la
urgencia de comprender mejor el mundo de la educación secundaria, con el fin de
adaptarnos a él … hasta cierto punto. Sin duda hay una brecha entre educación
secundaria y educación superior, pero ¿cómo y hasta donde corresponde a las
universidades el cerrarla?
Respecto
a nuestra relación con el mundo del trabajo, también nos hacemos preguntas.
Tenemos una muy buena reputación ante las empresas, como lo muestra un estudio
de la firma española Merco, reportado por la revista Vistazo, y el ranking
inglés QS, uno de cuyos indicadores es la opinión que los empleadores se forman
de las universidades.
Pero
dejemos a un lado los rankings y los puestos. Si nuestros estudiantes consiguen
fácilmente trabajo, debido a sus propias cualidades y a nuestra reputación
institucional, ¿significa esto que tenemos una adecuada relación con el mundo
del trabajo y de la producción? Podemos ser buenos, y muy buenos, preparando
profesionales en determinadas carreras, o en todas. Pero ¿cómo estas
profesiones contribuyen a un mejor país, más justo, solidario y sostenible?
Es
una pregunta difícil que no concierne a los estudiantes en cuanto tales, ni a
sus docentes, sino a nuestras decisiones institucionales. Por esto, es un desafío
que cala hondo el preguntarnos qué tipo de necesidades productivas y laborales
estamos atendiendo, con qué actores económicos estamos relacionándonos, y qué idea nos hemos formado de “un mejor
país”.
Si me
permiten una metáfora, diré que la PUCE es un buque que navega bien – aunque
rechine de vez en cuando - y marchará mejor ahora que tiene a la investigación
como su motor central. La cuestión es si nos dirigimos en la correcta dirección
y si están subiendo los pasajeros que deberían estar.
El
penúltimo reto es favorecer la cultura
institucional del cambio.
Nuestra
institución está sometida a permanentes cambios. La autoevaluación
institucional, la autoevaluación de carreras, la evaluación externa de las
carreras de derecho y enfermería, la planificación operativa y su ejecución, la
depuración de la información, el rediseño de carreras, y por supuesto, la
preparación e inicio del proyecto PUCEMÁS, alteraron la relativa tranquilidad
de nuestras operaciones cotidianas.
Hubo también
otras innovaciones tendientes a ganar en agilidad que no despiertan tanta
suspicacia como el buzón de sugerencias, felicitaciones y reclamos, el sistema
IGNATIUS para la gestión de información, y el aplicativo para el seguimiento
del plan estratégico y los planes operativos.
Pero
el proyecto PUCEMÁS es quizás el cambio que mayor inquietud despierta. Como
recuerdan, este proyecto inició en enero del año pasado con el levantamiento de
los principales procesos académicos, administrativos, financieros y de recursos
humanos. Luego de un cuidadoso estudio de las mejores prácticas de otras
universidades ecuatorianas y latinoamericanas, se eligió el sistema SAP para la
automatización de los procesos administrativos, financieros y de recursos
humanos, y el sistema Banner para los procesos académicos, las dos mejores
soluciones en sus respectivos ámbitos. Resultado de este mismo estudio fue la
elección de la empresa Neoris para la implementación y coordinación de estos
dos sistemas, todo lo cual fue formalmente presentado a la comunidad el pasado
6 de octubre.
Este
proyecto vendrá a revolucionar la manera de hacer las cosas en la PUCE, y esto
no es exageración ni propaganda. Tiene enormes ventajas, y por esto lo
emprendimos, pero sabemos que causará, y ya está causando, dificultades y
algunas incertidumbres sobre nuestra futura configuración organizacional.
Quiero asegurarles que el objetivo central de este proyecto, y de todas las
transformaciones que atravesamos, es prestar el mejor servicio posible a
estudiantes, docentes y personal administrativo, es decir a la comunidad entera
y a los aspirantes.
Por
esto debemos disponernos a cambiar nuestra forma de hacer las cosas y
adaptarnos creativamente a los cambios de la institución. No nos interesa estar
a la vanguardia tecnológica, aunque sabemos que sí lo estaremos a partir del
abril 2019 cuando la última de las plataformas comience a operar. Lo que nos
mueve es facilitar la vida de los estudiantes, simplificar el trabajo y los
trámites de todos, contar con información oportuna y veraz, y tantas otras
ventajas que justifican la inversión hecha. El desafío es entonces imaginar y
desear el poder servir mejor, lo cual ilusiona más que las nuevas pantallas en
la computadora con las cuales deberemos bregar al comienzo.
Paso
al último desafío: optimizar nuestros
servicios a la sociedad.
Aunque
este reto es evidente, sí es importante aclarar que la búsqueda de fuentes alternativas
de financiamiento tiene por objetivo principal contribuir a enfrentar nuestros
dos primeros desafíos.
Una
educación de calidad para todos, o por lo menos para muchos más, tiene como
condición necesaria, pero no suficiente, contribuciones económicas accesibles
para la mayoría de potenciales aspirantes. Por esto, la universidad redujo los
aranceles en febrero 2016 y los congeló durante los tres semestres siguientes.
Más todavía, el año pasado nuestros especialistas estudiaron la mejor manera de
reducir los costos de las carreras, de donde resultó otra reducción de
aranceles que se aplicó en el semestre en curso.
Continuaremos
buscando formas de reducir los costos de nuestras ofertas educativas sin
disminuir la calidad, pero habrá un límite. Una alternativa es entonces
fortalecer el fondo de becas con ayuda de personas e instituciones de la
sociedad civil. Otra es generar excedentes – fíjense que no digo lucro – para
incrementar el fondo de becas mediante la optimización de algunos de nuestros
servicios a la colectividad, o la creación de nuevos servicios.
CONCLUSIÓN
Me
gustaría concluir con dos citas de dos figuras muy relacionadas con el mundo
universitario, una cercana a nuestra universidad y otra no tanto, pero ambas
muy expresivas del espíritu de la PUCE. Una cita se refiere al fondo de lo que
hacemos, la otra a la forma en que lo hacemos, aunque bien podrían interpretarse
en sentido inverso.
El
filósofo argentino ya fallecido, Arturo Andrés Roig, que por diez años enseñó
en nuestra universidad dice que la actitud básica para filosofar es: “querernos
a nosotros mismos como valiosos … y tener como valioso el conocernos a nosotros
mismos”. Es decir, los filósofos latinoamericanos deben reconocerse como
valiosos si quieren hacer auténtica filosofía.
Esta
idea es de incalculable importancia para nuestra universidad. El llevar cuentas
de lo que se hace en un año, el buscar las razones de lo que se hizo o se dejó
de hacer, y el interpretar lo hecho o lo mal hecho, debe desembocar en la
valoración de lo que somos y hacemos como universidad. Si no logramos entender
esto, nos pasaremos siempre envidiando lo que hacen otras universidades,
especialmente las norteamericanas, y padeceremos con cada subida o bajada en
los rankings universitarios, como si allí se nos fuera la vida. Si partimos del
auto reconocimiento de nosotros mismos como valiosos, estaremos listos para ser
una universidad capaz de desenvolverse globalmente; de lo contrario viviremos
siempre como una universidad culturalmente colonizada.
La
segunda frase la dijo el P. Pedro Arrupe, superior General de los Jesuitas de
1965 a 1983. Cuando lo acusaban de haber cometido errores en su gobierno
durante aquellas décadas turbulentas, respondió: «No pretendemos defender
nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de
quedarnos de brazos cruzados - y no hacer nada- por miedo a equivocarnos».
Esta
frase es suficientemente elocuente y no necesita comentarios adicionales.
Muchas
gracias por su amable atención y paciencia.