jueves, 18 de julio de 2019


CRITERIOS DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR SOBRE LA ESTRUCTURA TARIFARIA DEL SERVICIO DE TRANSPORTE PÚBLICO DE QUITO
Quito, 10 de julio 2019



A continuación, se expresa un pronunciamiento técnico general sobre lo que debería ser el debate para la construcción de la política pública sobre la tarifa del transporte público en Quito.  Este pronunciamiento, por tanto, no constituye una posición específica sobre el tema.  Adicionalmente vale destacar que sobre los estudios y requerimientos que se mencionan en este documento, la PUCE expresa su interés y capacidad para participar en ellos, a través de sus distintas unidades académicas o por intermedio de los miembros de su comunidad universitaria, comprometidos con los intereses de la ciudad.


Marco conceptual

El transporte público, más allá de que pueda ser operado por agentes privados vía concesión, es un servicio público y por tanto, desde la óptica de la política pública, lo primordial debe ser la calidad de la prestación para los usuarios, que en definitiva son la gran mayoría de ciudadanos, todos idealmente, que constitucionalmente son sujetos de derechos, entre ellos, el de la movilidad.

En esta perspectiva, la tarifa del servicio debe garantizar el acceso universal particularmente a las familias pertenecientes a los segmentos socioeconómicamente más vulnerables de la población.  Por otro lado, la tarifa del transporte público debe ser tal que permita, junto con los subsidios públicos directos e indirectos, cubrir los costos que implica satisfacer los estándares de calidad que la población demanda.  En resumen, la definición de la estructura tarifaria del transporte público debe encontrar un equilibrio razonable entre los dos parámetros antes referidos.

Para cumplir con esta expectativa dentro de los márgenes de acción del Municipio del Distrito Metropolitano de Quito y los condicionamientos sociales, políticos y técnicos, resulta muy importante que se promueva un debate de frente con la ciudadanía, con reglas de juego claras y acotado en el tiempo, que oriente decisiones que no solo salven la coyuntura actual marcada por el represamiento político de la tarifa por más de 15 años, la presión de los transportistas privados y la inminente entrada en operación del Metro, sino que permita evolucionar en el tiempo y marcar el futuro a corto y mediano plazo de las intervenciones e inversiones públicas y privadas, así como de los sentidos de los comportamientos sociales que se requieren construir como comunidad, en una lógica de mejoramiento sostenido.

Requerimientos para una decisión bien informada

Con esta visión, no se puede pensar que la estructura tarifaria del transporte público pueda discutirse de manera aislada de las condiciones de prestación del servicio y los estándares de calidad.  Por ello, es menester que para enfrentar con suficientes elementos de juicio la decisión sobre el tema se necesita nutrir el debate en el Concejo y entre la ciudadanía con por lo menos de los siguientes insumos:

·       Un estudio sobre el impacto económico del gasto en transporte público en los quintiles más bajos de la sociedad quiteña, en una perspectiva de al menos los 15 años precedentes y con los escenarios temporales de elevación propuestos.
·       Definición del modelo de gestión administrativa, técnica y financiera del sistema integrado de transporte público, con definición de los niveles de responsabilidad y participación de los operadores públicos y privados, incluyendo la reorganización de subsistemas, rutas y frecuencias con la entrada en operación de la Línea 1 del Metro.
·       Análisis de costos de cada una de las modalidades de los servicios (intraurbanos e interparroquiales) y subsistemas, frente a distintos escenarios de calidad de la prestación y opciones y escenarios para la integración tarifaria en todo el sistema, partiendo de los niveles parciales actualmente existentes en el Metrobús-Q y considerando l situación con el Metro en funcionamiento.  Resulta fundamental en este punto señalar algunas premisas que podrían generar insumos más objetivos y de mejor calidad para la discusión, entre ellas:

-      Deben transparentarse las cifras reales de las operaciones públicas y privadas, haciendo evidentes los subsidios directos e indirectos actualmente vigentes.
-      No es aceptable que las ineficiencias de los operadores públicos (exceso de personal, por ejemplo) y privados (propiedad individual de buses y organización interna obsoleta de cooperativas y compañías, por ejemplo) se trasladen a los usuarios, por lo que esos rubros deberían establecerse sobre un modelo óptimo de organización y en escenarios graduales para llegar a él.
-      Tampoco es aceptable que las ineficiencias de la administración general del sistema se trasladen a los usuarios; por ejemplo: sistema de recaudo de pasajes inadecuado que alienta la evasión y elución o costos operativos incrementados por la falta de control sobre corredores exclusivos o paradas.  En este rubro debe haber igual consideración que en el punto anterior.

Características de una posible decisión sobre estructura tarifaria

Sobre la base de esta información es pertinente y necesario que el Municipio abra este debate y resuelva en las próximas semanas sobre el sostenimiento financiero de las operaciones del transporte público y la mejora sostenida de su calidad, en una decisión que no solo debería contemplar una posible elevación, como parecería que debe ser la tendencia marcada desde hace algunos años en otras ciudades del país habida cuenta, además del tiempo transcurrido desde la anterior fijación de pasajes, sino otros elementos complementarios fundamentales, tales como:

(a)   política de subsidios para los usuarios pertenecientes a los segmentos más pobres de la población, anclados, por ejemplo, al Bono de Desarrollo Humano y al Registro Social que maneja el Gobierno Nacional;
(b)   una estrategia municipal de mejora sostenida de la calidad del servicio, que igualmente contenga plazos (cortos y no postergables) y metas verificables por parte del Concejo y una comisión ciudadana, que incluya un mecanismo de sanción e incentivos que saque la competencia entre buses de la vía pública y la lleve al terreno de las prácticas operacionales y los modelos organizacionales;
(c)    una estrategia de optimización de la operación a cargo de la Empresa Metropolitana de Transporte de Pasajeros, que igualmente contenga plazos (cortos y no postergables) y metas verificables;
(d)   una hoja de ruta para mejorar la organización interna de las cooperativas y compañías privadas de transporte público, que igualmente contenga plazos (cortos y no postergables) y metas verificables y que cumpla con estándares de
·       propiedad corporativa de los buses y programas de explotación y mantenimiento de las flotas;
·       programas de renovación de flotas con unidades eléctricas o de mejores prestaciones ambientales.
·       programas de gestión del recurso humano de conductores y personal auxiliar
(e)   un programa con participación ciudadana para evaluar la calidad del servicio (incluidos los troncales y alimentadores del Metrobús-Q) que podría estar organizado con vecinos de los barrios de inicio y fin de los recorridos, cuyos resultados sirvan de base para la evaluación señalada en el literal c;
(f)     un cronograma público para la entrada en operación de la Línea 1 del Metro y el programa de reordenamiento de rutas y frecuencias, con metas específicas intermedias y posteriores que permitan su seguimiento y evaluación; por ejemplo: i) presentación y socialización del nuevo modelo con los operadores; ii) instalación y pruebas del sistema automático de recaudo de pasajes; iii) construcción y puesta en funcionamiento de los nuevos corredores de transporte público Calderón – El Labrador y el Tumbaco – Cumbayá – Quito; iv) suscripción de los nuevos contratos de operación que den cuenta de lo señalado en el literal d; y, v) arranque de operaciones el Metro




Dr. Fernando Ponce León
Pontificia Universidad Católica del Ecuador
Rector

miércoles, 10 de octubre de 2018


Inauguración del I Congreso Internacional de Salud Pública, Desigualdades e Investigación y
V Encuentro Internacional de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical
Quito, 10 de octubre 2018
Hace 40 años, La Declaración de Alma Ata decía que “La existente desigualdad en el estado de salud de las personas, particularmente entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo, así como entre los diversos países, es inaceptable política, social y económicamente y, por tanto, implica de manera común a todos los países” (Declaración de Alma Ata, párrafo II).
Ya entonces la desigualdad en el estado de salud parecía inaceptable, y hoy lo es todavía dado el notable crecimiento económico mundial y el imparable desarrollo de las ciencias y las tecnologías en las últimas décadas. Los recursos financieros y científicos existen, pero no se aplican en general para resolver los principales problemas de las grandes mayorías, ni en el mundo, ni en el Ecuador – hay que reconocerlo, aunque nos pese.
Este es un desafío que no debería dejar tranquilos a los académicos de esta universidad y de las instituciones hermanas que hoy se congregan por un par de razones. Primero, porque no corresponde al sentido de humanidad al que muchos adherimos el hecho que las desigualdades en diversos campos de la vida – salud, educación, condiciones para el ejercicio de las libertades básicas – se perpetúen mientras existen los medios para resolverlos. Un mínimo sentido de justicia nos dice que esto no debería ser, que las inequidades atentan contra los derechos fundamentales de todo ser humano y no se justifican porque unas ideologías avancen mientras otras retroceden, al ritmo de los versátiles humores de los electores en las Américas. Segundo, porque los académicos no podemos tolerar que las inequidades se perpetúen cuando estamos en capacidad de conocer las causas y soluciones de algunas de ellas. El buscar la verdad y a veces encontrarla, tareas propias de la universidad, es una responsabilidad muy grande. En ocasiones preferiríamos no saber, porque la ignorancia disculpa, a veces, pero el saber nos compromete éticamente.
Todo esto lo resumimos en la PUCE diciendo que el centro de la universidad está fuera de la universidad. Este es el motivo por el cual organizamos eventos como el I Congreso Internacional de Salud Pública, Desigualdades e Investigación, y el V Encuentro Internacional de Investigación en Enfermedades Infecciosas y Medicina Tropical. Nuestra misión como universidad católica, pontificia y encomendada a la Compañía de Jesús, nos impulsa a convertir el conocimiento en una herramienta de transformación social con vistas a contribuir a la construcción de un mundo más justo, solidario y sostenible.
Muchas gracias a todos ustedes, porque con su presencia y participación nos ayudan a ser fieles a nuestra misión y valores. Que sus jornadas de trabajo sean muy fructíferas, que puedan establecer excelentes nexos de cooperación y que todo salga de lo mejor en estos eventos que hoy se inauguran.


jueves, 19 de abril de 2018

CUENTA Y RAZÓN 2017


CUENTA Y RAZÓN 2017


INFORME ANUAL ANTE EL CONSEJO SUPERIOR,
EL CONSEJO ACADÉMICO Y LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA


Dr. Fernando Ponce León SJ, 17 de abril 2018

Quiero en primer lugar agradecerles por su presencia porque así demuestran el aprecio e interés que tienen por nuestra universidad, lo cual nos alegra y honra a la vez.
Hemos comenzado hoy con el recuerdo de nuestros siete hermanos asesinados y con la expresión de nuestras condolencias a sus familias, porque el país está conmovido, y con él la Universidad. Lo sucedido indigna, pero no debe paralizarnos ni volvernos vulnerables a las manipulaciones de intereses antinacionales. Como universidad ecuatoriana que somos debemos renovar nuestro compromiso por la paz basada en la justicia y la unidad del país ante las adversidades. Es lo que haremos para que nuestra solidaridad con las víctimas sea auténtica y creíble.
INTRODUCCIÓN
Tengo mucho gusto en presentarles la actividad de la universidad a lo largo del año 2017. Dado que es innecesario, además de imposible, mostrar exhaustivamente todo lo realizado, quisiera centrarme en los ocho desafíos que la universidad debe enfrentar en el 2018 y en adelante.
Asumo este método expositivo porque detrás de los retos existe todo un recorrido institucional que los explica y justifica, que espero poder transmitirles adecuadamente. Además, mi presentación podrá ser completada con la información que se encuentra en el folleto y en la página web, donde se encuentran abundante información cuantitativa y cualitativa que no creo necesario repetir en su totalidad. 
Tengo dos notas preliminares. La primera es que el año 2017 fue un tiempo de redefiniciones institucionales. Una vez que el Consejo Superior de Educación aprobó las reformas al estatuto el 2 de septiembre del 2016, El Consejo Superior y el Consejo Académico desarrollaron un intenso trabajo de actualización de nuestra normativa interna. Aprobaron reformas a los reglamentos y elaboraron nuevas políticas generales, e iniciaron el estudio de otras reformas reglamentarias. Por mi parte, di paso al Modelo educativo de la PUCE y muchas normas procedimentales internas. Muchos de los cambios que estamos sintiendo se deben a estas redefiniciones institucionales.
En segundo lugar, podemos tener un vistazo general del año pasado si analizamos el cumplimiento de nuestros planes operativos. La planificación operativa alcanzó un 70,5% de cumplimiento a diciembre de 2017. Al ser el primer año que se ejecuta una planificación operativa amparada en la planificación estratégica a nivel nacional, el porcentaje alcanzado denota un trabajo en conjunto y resulta aceptable. Por otra parte, el presupuesto ejecutado representa el 45% del total presupuestado.
Vamos ahora sí a los desafíos.
Como bien saben, la universidad se organiza en torno a cuatro lineamientos generales: desarrollo integral de la persona, impacto social, agilidad y sostenibilidad. Los dos primeros condensan lo que entendemos como nuestra misión. El tercero y el cuarto se refieren a las condiciones para realizarla, condiciones culturales o actitudinales, el tercero, y condiciones materiales, el cuarto.
Seis de los ocho desafíos se relacionan con los dos primeros lineamientos, lo cual quiere decir que la universidad se focaliza principalmente en el cumplimiento de su misión, lo cual es alentador. Como bien nos decía hace poco el rector de la Universidad Católica de Córdoba, Argentina, el jesuita Rafael Velasco, “el centro de la universidad está fuera de la universidad”, y creo que nuestra comunidad está asimilando progresivamente este ideal. En cuanto al séptimo y octavo desafíos, estos se refieren respectivamente al tercer y cuarto lineamientos.
El primero de los desafíos es articular más eficazmente los diversos programas que complementan la formación académica de grado y posgrado.
En marzo concluyó nuestro proceso de rediseño de carreras y de diseño de nuevas ofertas. Considerando solo los proyectos aprobados por el CES hasta diciembre, la PUCE ofrece al país 85 carreras y 18 programas, 17 de los cuales son especializaciones médicas.
Contra lo que podría parecer, nuestra oferta académica no ha disminuido, porque existe un buen número de carreras y programas en elaboración y otros en espera de aprobación interna o por parte del CES. Tomándolos en cuenta, bien podría ser que en septiembre de 2018 tengamos aproximadamente 104 carreras y 44 programas para ofrecer al país.
Este incremento en número de ofertas es importante porque significa más diversidad y cupos para que los jóvenes participen de nuestro modelo formativo. Pero tanto o más importante que el número, son las innovaciones en las ofertas formativas. Todas las carreras nuevas o rediseñadas contemplan materias comunes e itinerarios abiertos a todos los estudiantes, mecanismos con los cuales queremos fomentar el aprendizaje interdisciplinar y la complementariedad en la formación profesional.
Por otra parte, la formación de grado y de posgrado se acompaña con diversas actividades que se agrupan en el “Plan de Bienestar e inclusión estudiantil”. Si a esto sumamos la actividad cultural y deportiva que realizan nuestros estudiantes, el acompañamiento espiritual, las oportunidades de crecimiento en la fe cristiana, el programa de liderazgo universitario latinoamericano ignaciano, y el voluntariado, que en el 2017 convocó aproximadamente a 480 estudiantes, vemos que sí contamos con una sólida oferta de iniciativas extra curriculares, además de la reconocida formación de grado y posgrado.
El desafío que sentimos en este sentido es la adecuada articulación de ofertas académicas con estas oportunidades formativas complementarias. Obviamente no esperamos que todos los estudiantes hagan de todo, porque apenas les quedaría tiempo para estudiar, que para eso vienen. Pero sí debemos presentar más armónicamente todas las oportunidades que ofrecemos para el crecimiento humano, profesional y ciudadano de nuestros estudiantes. Esto requiere, entre otras cosas, revisión de los horarios en función de los estudiantes y un mejor manejo de los espacios deportivos, académicos y culturales, tareas que sí somos capaces de realizar y que asumiremos en este año.
Nuestro segundo desafío consiste en ofrecer nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes.
En el 2017 tuvimos 277 estudiantes de grado menos y 1252 estudiantes de posgrado menos que en el 2016.
Estas disminuciones preocupan, es verdad, pero no deberían llevarnos a concentrarnos excesivamente en la cuestión de los números crecientes o decrecientes.
Recordemos que en el año 2016 tuvimos más estudiantes de grado y de posgrado que en el 2015, y sin embargo también en aquel año consideramos como desafío el ofrecer nuestra educación de calidad al mayor número posible de estudiantes. ¿Por qué decimos esto?
En primer lugar, porque nuestra propuesta educativa vale mucho, y su valor consiste en que con ella contribuimos a la transformación del país y a la transformación de muchas vidas. Mientras más jóvenes compartan nuestro sueño de cambio social mediante el conocimiento superior, más cerca estaremos de un mejor Ecuador. Porque el país necesita más agentes de cambio, debemos crecer, obviamente en números razonables y manejables.
La segunda razón para que la expansión de nuestro proyecto educativo es un reto a nuestra identidad y misión, es que todos los jóvenes tienen derecho a la educación superior. En la medida de nuestras posibilidades, debemos contribuir a la satisfacción de este derecho, especialmente para aquellos de escasos recursos o insuficiente preparación académica previa. La razón es que la educación superior es un bien público, no una mercancía, y como bien público genera responsabilidades en las universidades de la sociedad civil como la nuestra. Recordemos que lo público no se reduce a lo estatal, y por tanto no deberíamos dejar toda la responsabilidad de ampliar el acceso a la educación superior al Estado ecuatoriano. Naturalmente el Estado deberá entender que también tiene responsabilidades con las universidades de la sociedad civil, pero esa es otra historia para otro momento.
 Sin este marco conceptual, quedaremos reducidos a calcular nuestro punto de equilibrio, para luego sumar y restar. Siendo esto imprescindible, no lo es todo ni mucho menos la razón de ser de nuestra universidad.
Ahora bien, hemos trabajado bastante en el 2017 para responder a este reto. En la sede Matriz se implementó un plan de promoción estratégica que nos puso en el primer lugar de recordación en los bachilleres de la ciudad, e incrementó nuestra presencia en medios de comunicación. También se evaluó y mejoró todo el ciclo estudiantil, es decir el proceso que va desde la promoción de carreras y programas, la inscripción en exámenes, y la admisión hasta la matriculación. Además, se realizó un curso de preparación para rendir el examen de ingreso, y un curso de nivelación, ambos con mayor asistencia que en el 2016. Cabe señalar que, gracias al nuevo reglamento de estudiantes, los cursos de nivelación funcionan como una segunda opción de admisión en la universidad, alternativa al examen.
Lo anterior sucedió en la sede Quito, pero en las otras sedes se adoptaron estrategias similares: consolidación del proceso de admisión, en Ambato, cursos de nivelación general en lenguaje, comunicación y matemáticas, en Ibarra, campañas de difusión, en Manabí, por citar solo estos ejemplos.
Estos mecanismos tendientes a incrementar el número de admitidos y matriculados se completan con otros que buscan aumentar las tasas de retención y de titulación, como la elaboración de un sistema de tutorías integrales, y el análisis del proceso de titulación.
Por otra parte, se han hecho propuestas para incrementar el fondo de becas que han sido bien acogidas por algunos de nuestros aliados.
En definitiva, se diseñaron estrategias eficaces para aumentar el número de admitidos, matriculados y graduados, así como iniciativas para reducir las barreras académicas y económicas para el ingreso en la universidad. Estos adelantos mostrarán interesantes resultados a partir de este año, resultados que buscaremos incrementar por las dos razones antedichas.
Repensar nuestra identidad cristiana y católica es el tercero de nuestros desafíos.
Nuestra propuesta educativa se vuelve más pertinente y oportuna si mostramos con claridad lo que tiene de específico y diferente respecto a otras ofertas de educación superior.
Ahora bien, nuestra especificidad nace del carácter católico, y de la inspiración humanista e ignaciana que sostienen la universidad. Esta especificidad se expresa en al menos tres formas.
En primer lugar, nuestros valores nutren una misión que se expresa de esta manera: ofrecer una educación integral, incluyente y con impacto social. Esta misión, de por sí, ya muestra la impronta cristiana en la educación superior, su sello específico, pero todavía hay dos maneras más de ser institucionalmente cristianos y católicos, sin faltar obviamente al debido respeto a la pluralidad de creencias de nuestra comunidad universitaria.
Quisiera graficar la segunda con un evento que ocurrió en noviembre del año pasado.  La Dirección de Pastoral Universitaria ofreció un taller de bioética basado en casos prácticos que se completó con un seminario sobre el enfoque de género y sus desafíos para la búsqueda de igualdad, las políticas públicas y las tradiciones religiosas, evento que se realizó bajo la dirección del sacerdote y médico español, el Dr. Emilio José Ibeas. Este taller y seminario sucedieron en momentos delicados para la sociedad ecuatoriana cuando se discutía sobre la ley orgánica integral para prevenir y erradicar la violencia contra las mujeres, y en un año marcado por marchas blancas y debates y epítetos no tan límpidos.
El taller y el seminario fueron exitosos ante todo porque permitieron el diálogo académico entre de distintas posturas ideológicas y religiosas sobre el tema, como es lo propio de una universidad. De esta forma, el evento representa uno de los modos de ser universidad católica en la sociedad secular contemporánea. Una universidad que se considera católica ha de saber situarse en las fronteras existenciales de hoy, allí donde los valores de la fe y las exigencias más profundas del ser humano se encuentran en tensión. Debe estar allí para dar a conocer, argumentada y rigurosamente, el punto de vista de la fe cristiana sobre las cuestiones que más preocupan nuestras sociedades.
La tercera manera en que esta institución muestra su sello específico es proponiendo oportunidades formativas coherentes con su identidad. Por esto hay que destacar el trabajo de creación de dos maestrías de investigación, las únicas que por el momento han sido aprobadas: la maestría en teología y la maestría en bioética. También hay que reconocer los 35 proyectos de voluntariado que la universidad realizó en el 2017. Si hubiera que resumir los signos identitarios de la fe católica en uno solo, este sería el darse a los demás de manera desinteresada, que es lo que el voluntariado intenta promover con hechos antes que con palabras.
Como bien diría el Papa Francisco, estamos llamados a ser una universidad católica en salida, así como la Iglesia debe, en palabras del mismo Papa, salir de la sacristía y pasar a servir en los campos de las actuales batallas existenciales.
Nuestro cuarto desafío consiste en fortalecer la unidad y coordinación de las seis sedes.
La PUCE cuenta con la formidable ventaja de ser una universidad verdaderamente nacional, con 9 campus, en 6 provincias del país. Conscientes de esta riqueza, las autoridades de las sedes comenzamos a reunirnos con frecuencia bimensual en el 2016, y en el 2017 aparecieron los primeros resultados de esta sinergia.
Uno de ellos es el haber construido 6 carreras y 6 posgrados con igual contenido curricular o coincidentes en más del 80%. Esta forma de trabajar en la universidad nos fortalece al momento de establecer convenios con otras universidades, participar en redes académicas o facilitar estancias en el extranjero por obvias razones.
Otro factor para el fortalecimiento del sistema PUCE es el proyecto PUCEMÁS, que, como muchos saben, es nuestra gran apuesta organizativa y tecnológica para los próximos 20 años. Este proyecto está sirviendo como catalizador de nuestra dinámica organizativa puesto que continuamente hace que nos preguntemos cuáles son aquellas mejores prácticas de las sedes que podrían enriquecer los procesos generales del conjunto.
De esta manera, el sistema PUCE se consolida, tanto en lo académico como en lo administrativo, aunque no sin dificultades, totalmente comprensibles debido a los muchos años de trabajo independiente. En este punto conviene recordar una de las características de nuestro modo de ser: buscamos la excelencia – académica, administrativa – pero no por ella misma; queremos una excelencia con sentido.
El quinto desafío de la universidad es hacer funcionar completamente el modelo de gestión de la investigación.
En el año 2017 se pusieron bases importantes para la institucionalización de la investigación. En primer lugar, el Consejo Superior aprobó en mayo dos políticas de orientación general, la primera de las cuales hace de la investigación el principio organizador de nuestra actividad académica, y la segunda confirma explícitamente que el desarrollo integral y sostenible es el horizonte último de nuestro quehacer.
De este modo la universidad inició la transición de ser universidad principalmente centrada en la docencia a convertirse en universidad de investigación y docencia, algo que nos urge realizar para mantenernos fieles a nuestra tradición investigadora y docente ampliamente reconocida.
Otro componente importante del modelo de gestión de la investigación son los dominios académicos. Luego de un cuidadoso proceso de construcción realizado por las sedes, se identificaron seis campos de conocimiento en que somos fuertes o podemos llegar a serlo, según nuestras capacidades actuales y voluntad de innovar.
Notemos que en el centro de los seis dominios se encuentra el concepto de “cuidado de la casa común”, que, como sabemos, expresa el ideal de reconciliación ambiental y social promovido por la Iglesia católica y el Papa Francisco. Este concepto se conecta con la interculturalidad y el desarrollo sostenible e integral, que vienen a ser los ejes transversales de los seis dominios académicos. Además, uno de los dominios es el manejo sostenible de recursos naturales, que tiene una importancia incuestionable para el cuidado de la casa común. Con esto ya podemos responder cuando nos pregunten qué hace la PUCE por la sostenibilidad ambiental, que ciertamente es más de lo que acabo de decir.
De los seis dominios académicos se derivan 15 líneas de investigación, también trabajadas colectivamente. De manera más precisa que los dominios, estas líneas facilitan la gestión de la investigación al señalar las prioridades institucionales en este ámbito.
Estos son los principales elementos del modelo de investigación elaborados en el 2017. ¿Qué decir sobre la actividad misma? En primer lugar, felicito a nuestros investigadores por el incremento en la producción científica en el 2017, sean artículos en revistas indexadas, libros, o capítulos de libros.
En segundo lugar, alegra el saber que los artículos producidos por investigadores de nuestra universidad demuestran calidad, en el sentido de influencia real en el mundo académico. Solo para limitarnos al índice Scopus, nuestro puesto según el impacto de las publicaciones es superior al puesto que ocupamos según su cantidad. En efecto, en el período 2015 – 2017 hemos fluctuado entre el 1 y 2 puesto de las universidades ecuatorianas según el famoso índice H, y esto es una buena noticia.
Obviamente quisiéramos, y deberíamos, incrementar tanto el impacto como la cantidad de nuestra producción académica, y no solo con artículos reconocidos en Scopus, sino con todas nuestras publicaciones. Por esto el quinto de los desafíos es hacer que el sistema de investigación funcione plena y eficazmente, a pesar de las dificultades de gestión que experimentamos el año pasado, y que creemos haber superado actualmente.
El sexto desafío consiste en tender puentes con colegios y con el mundo de la producción.
Este desafío es una especie de resumen de muchas de nuestras inquietudes. Con frecuencia nos preguntamos sobre la preparación que nuestros nuevos estudiantes traen de su bachillerato. A un buen número de docentes les parece que es deficiente, una impresión que se escucha también en otras universidades.
Los datos nos muestran, por otra parte, que en el 2017 el porcentaje de estudiantes que aprobaron el examen de ingreso, para carreras de grado en Quito, subió en 5,6%. Una de las razones para esto fue la mejora en la aplicación del examen de admisión, sin afectar su rigurosidad.
¿Quiere decir esto que los estudiantes secundarios sí vienen bien preparados para la universidad, y que por años no hemos sabido cómo evaluarlos? ¿Hasta qué punto un mayor porcentaje de aprobación del examen de ingreso dependerá de su continua revisión y actualización? ¿Necesitamos realmente que el 100% de inscritos en el examen lo aprueben, y cómo vamos a gestionar esto que parece maravilloso a primera vista?
“Tender puentes con los colegios” es la frase que resume preguntas como éstas y la urgencia de comprender mejor el mundo de la educación secundaria, con el fin de adaptarnos a él … hasta cierto punto. Sin duda hay una brecha entre educación secundaria y educación superior, pero ¿cómo y hasta donde corresponde a las universidades el cerrarla?
Respecto a nuestra relación con el mundo del trabajo, también nos hacemos preguntas. Tenemos una muy buena reputación ante las empresas, como lo muestra un estudio de la firma española Merco, reportado por la revista Vistazo, y el ranking inglés QS, uno de cuyos indicadores es la opinión que los empleadores se forman de las universidades.
Pero dejemos a un lado los rankings y los puestos. Si nuestros estudiantes consiguen fácilmente trabajo, debido a sus propias cualidades y a nuestra reputación institucional, ¿significa esto que tenemos una adecuada relación con el mundo del trabajo y de la producción? Podemos ser buenos, y muy buenos, preparando profesionales en determinadas carreras, o en todas. Pero ¿cómo estas profesiones contribuyen a un mejor país, más justo, solidario y sostenible?
Es una pregunta difícil que no concierne a los estudiantes en cuanto tales, ni a sus docentes, sino a nuestras decisiones institucionales. Por esto, es un desafío que cala hondo el preguntarnos qué tipo de necesidades productivas y laborales estamos atendiendo, con qué actores económicos estamos relacionándonos, y  qué idea nos hemos formado de “un mejor país”.
Si me permiten una metáfora, diré que la PUCE es un buque que navega bien – aunque rechine de vez en cuando - y marchará mejor ahora que tiene a la investigación como su motor central. La cuestión es si nos dirigimos en la correcta dirección y si están subiendo los pasajeros que deberían estar.
El penúltimo reto es favorecer la cultura institucional del cambio.
Nuestra institución está sometida a permanentes cambios. La autoevaluación institucional, la autoevaluación de carreras, la evaluación externa de las carreras de derecho y enfermería, la planificación operativa y su ejecución, la depuración de la información, el rediseño de carreras, y por supuesto, la preparación e inicio del proyecto PUCEMÁS, alteraron la relativa tranquilidad de nuestras operaciones cotidianas.
Hubo también otras innovaciones tendientes a ganar en agilidad que no despiertan tanta suspicacia como el buzón de sugerencias, felicitaciones y reclamos, el sistema IGNATIUS para la gestión de información, y el aplicativo para el seguimiento del plan estratégico y los planes operativos.
Pero el proyecto PUCEMÁS es quizás el cambio que mayor inquietud despierta. Como recuerdan, este proyecto inició en enero del año pasado con el levantamiento de los principales procesos académicos, administrativos, financieros y de recursos humanos. Luego de un cuidadoso estudio de las mejores prácticas de otras universidades ecuatorianas y latinoamericanas, se eligió el sistema SAP para la automatización de los procesos administrativos, financieros y de recursos humanos, y el sistema Banner para los procesos académicos, las dos mejores soluciones en sus respectivos ámbitos. Resultado de este mismo estudio fue la elección de la empresa Neoris para la implementación y coordinación de estos dos sistemas, todo lo cual fue formalmente presentado a la comunidad el pasado 6 de octubre.
Este proyecto vendrá a revolucionar la manera de hacer las cosas en la PUCE, y esto no es exageración ni propaganda. Tiene enormes ventajas, y por esto lo emprendimos, pero sabemos que causará, y ya está causando, dificultades y algunas incertidumbres sobre nuestra futura configuración organizacional. Quiero asegurarles que el objetivo central de este proyecto, y de todas las transformaciones que atravesamos, es prestar el mejor servicio posible a estudiantes, docentes y personal administrativo, es decir a la comunidad entera y a los aspirantes.
Por esto debemos disponernos a cambiar nuestra forma de hacer las cosas y adaptarnos creativamente a los cambios de la institución. No nos interesa estar a la vanguardia tecnológica, aunque sabemos que sí lo estaremos a partir del abril 2019 cuando la última de las plataformas comience a operar. Lo que nos mueve es facilitar la vida de los estudiantes, simplificar el trabajo y los trámites de todos, contar con información oportuna y veraz, y tantas otras ventajas que justifican la inversión hecha. El desafío es entonces imaginar y desear el poder servir mejor, lo cual ilusiona más que las nuevas pantallas en la computadora con las cuales deberemos bregar al comienzo.
Paso al último desafío: optimizar nuestros servicios a la sociedad.
Aunque este reto es evidente, sí es importante aclarar que la búsqueda de fuentes alternativas de financiamiento tiene por objetivo principal contribuir a enfrentar nuestros dos primeros desafíos.
Una educación de calidad para todos, o por lo menos para muchos más, tiene como condición necesaria, pero no suficiente, contribuciones económicas accesibles para la mayoría de potenciales aspirantes. Por esto, la universidad redujo los aranceles en febrero 2016 y los congeló durante los tres semestres siguientes. Más todavía, el año pasado nuestros especialistas estudiaron la mejor manera de reducir los costos de las carreras, de donde resultó otra reducción de aranceles que se aplicó en el semestre en curso.
Continuaremos buscando formas de reducir los costos de nuestras ofertas educativas sin disminuir la calidad, pero habrá un límite. Una alternativa es entonces fortalecer el fondo de becas con ayuda de personas e instituciones de la sociedad civil. Otra es generar excedentes – fíjense que no digo lucro – para incrementar el fondo de becas mediante la optimización de algunos de nuestros servicios a la colectividad, o la creación de nuevos servicios.
CONCLUSIÓN
Me gustaría concluir con dos citas de dos figuras muy relacionadas con el mundo universitario, una cercana a nuestra universidad y otra no tanto, pero ambas muy expresivas del espíritu de la PUCE. Una cita se refiere al fondo de lo que hacemos, la otra a la forma en que lo hacemos, aunque bien podrían interpretarse en sentido inverso.
El filósofo argentino ya fallecido, Arturo Andrés Roig, que por diez años enseñó en nuestra universidad dice que la actitud básica para filosofar es: “querernos a nosotros mismos como valiosos … y tener como valioso el conocernos a nosotros mismos”. Es decir, los filósofos latinoamericanos deben reconocerse como valiosos si quieren hacer auténtica filosofía.
Esta idea es de incalculable importancia para nuestra universidad. El llevar cuentas de lo que se hace en un año, el buscar las razones de lo que se hizo o se dejó de hacer, y el interpretar lo hecho o lo mal hecho, debe desembocar en la valoración de lo que somos y hacemos como universidad. Si no logramos entender esto, nos pasaremos siempre envidiando lo que hacen otras universidades, especialmente las norteamericanas, y padeceremos con cada subida o bajada en los rankings universitarios, como si allí se nos fuera la vida. Si partimos del auto reconocimiento de nosotros mismos como valiosos, estaremos listos para ser una universidad capaz de desenvolverse globalmente; de lo contrario viviremos siempre como una universidad culturalmente colonizada.
La segunda frase la dijo el P. Pedro Arrupe, superior General de los Jesuitas de 1965 a 1983. Cuando lo acusaban de haber cometido errores en su gobierno durante aquellas décadas turbulentas, respondió: «No pretendemos defender nuestras equivocaciones, pero tampoco queremos cometer la mayor de todas: la de quedarnos de brazos cruzados - y no hacer nada- por miedo a equivocarnos».
Esta frase es suficientemente elocuente y no necesita comentarios adicionales.

Muchas gracias por su amable atención y paciencia.