martes, 2 de enero de 2018

Reconciliación de toda la Familia Humana y Cuidado de la Casa Común según la Encíclica Laudato Si'

Ministerio de Relaciones Exteriores (Quito)

P. Fernando Ponce León, SJ. 15 diciembre 2017

INTRODUCCIÓN

A fin de responder al tema que me han propuesto, que es la reconciliación de la familia humana y el cuidado de la casa común, desde el punto de vista de la encíclica Laudato Si, del Papa Francisco, del 2015, quisiera plantear dos preguntas:

¿Por qué el cuidado de la casa común exige la reconciliación de la familia humana? Al responder a esta pregunta intentaré mostrar un punto central de esta encíclica del Papa Francisco.

¿En qué aporta el diálogo inter-religioso al cuidado de la casa común y a la reconciliación de la familia humana? Esta pregunta me servirá para decir algo sobre el tema general de este encuentro, que es la cultura de la paz y el diálogo inter-religioso.

CUIDADO DE LA CASA COMÚN Y RECONCILIACIÓN

El cuidado del planeta suscita una gran adhesión de la parte de prácticamente todo el mundo. Rara es la persona que esté en contra, aunque existen múltiples y a veces contradictorias maneras de entender este objetivo. La manera en que el Papa lo comprende se ve ya en el subtítulo de su encíclica, donde se habla de “casa común”, antes que de “planeta”. Esto significa, en primer lugar, que todos los seres vivientes tenemos en común al menos una característica: habitamos un mismo ambiente o espacio actualmente en deterioro, que es lo común entre nosotros. En segundo lugar, el ambiente requiere cuidado y administración responsable, y no explotación, a fin que los ocupantes podamos vivir bien. Es lo mismo que pensaríamos sobre las casas en las cuales habitamos. A nadie se le ocurrirá comenzar a vender las puertas y ladrillos de su departamento para comprar comida y autos con el fin de “mejorar la calidad de vida”.

Ahora bien, el “ambiente” no es solo la materia inorgánica que nos entorna: rocas, metales, tierra. Los vivientes constituimos, unos para otros, el entorno vital en que nos movemos y existimos porque nos necesitamos unos y otros. La encíclica lo dice así: “todo está conectado” (LS, n. 91). De aquí resulta que “Si el ser humano se declara autónomo de la realidad y se constituye en dominador absoluto, la misma base de su existencia se desmorona, porque, «en vez de desempeñar su papel de colaborador de Dios en la obra de la creación, el hombre suplanta a Dios y con ello provoca la rebelión de la naturaleza» (LS n. 117).

De esta forma el pensamiento católico progresa de la idea de interdependencia de todos los seres humanos, unos con otros, a la idea de conectividad del todo, de todos los vivientes. Por este motivo, la reconciliación entre los individuos de la especie homo sapiens, contribuye al bien de todos los vivientes y por ende al cuidado de la casa común.

Es común pensar, no solo en ambientes católicos, que la sostenibilidad ambiental es un medio para el bienestar humano, así como antes se creyó que el camino a seguir era la explotación de los recursos. Antes pensábamos que la explotación ilimitada del planeta nos traería la felicidad; ahora que los recursos se están agotando, descubrimos que la vía es su uso razonable.

Obviamente, el Papa Francisco no niega el carácter instrumental de la sostenibilidad ambiental, pero dice algo más: los seres vivientes, en cuanto tales y en cuanto ecosistema, valen por sí mismos, no solo como medio para el bienestar humano. El centro de la creación son los seres vivientes, incluidos nosotros los humanos, pero no solo nosotros.

En definitiva, la reconciliación humana contribuye al bienestar de todos nuestros co-habitantes, y por supuesto de nosotros mismos. Si cuidamos el bien de una parte estaremos cuidando el bien del todo.

DIÁLOGO INTER-RELIGIOSO Y CUIDADO DE LA CASA COMÚN

¿En qué aporta el diálogo inter-religioso al cuidado de la casa común y a la reconciliación de la familia humana? Para algunos, la religión y las religiones en diálogo unas con otras, y con la cultura secular, son un aporte positivo para el bienestar de la humanidad. Sin embargo, hay otros que consideran que las religiones han sido una permanente fuente de violencia en la historia humana, lo cual las descalifica y justifica todo esfuerzo por erradicarlas de las sociedades contemporáneas.

No voy a referirme a la debilidad argumentativa de esta segunda postura; más bien voy a citar un texto importantísimo de la Laudato Si: “Si tenemos en cuenta la complejidad de la crisis ecológica y sus múltiples causas, deberíamos reconocer que las soluciones no pueden llegar desde un único modo de interpretar y transformar la realidad. También es necesario acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad. Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje” (Laudato Si, n. 63).

En otras palabras, el ser humano aprehende la realidad y se hace cargo de ella de múltiples formas. Es lo que se afirma con términos como interdisciplinaridad y transdisciplinaridad. A lo largo de nuestra historia, las diversas culturas han desarrollado cosmovisiones, filosofías, religiones,  métodos científicos muy variados y otros saberes y conocimientos no menos diversos para ayudarse a vivir en contextos complejos. Hoy, el deterioro ambiental es una nueva crisis de alta complejidad que solo se entenderá con lo que podemos llamar de manera amplia, el diálogo de saberes, incluyendo las religiones.

Para terminar, permítanme citar dos ejemplos del aporte de las religiones ante esta crisis. Las religiones siempre han sostenido que “menos es más”, es decir, que la austeridad y la sobriedad en nuestro trato con los bienes materiales nos hacen más humanos; hoy vemos que también nos vuelven más sostenibles. Además, las religiones invitan constantemente a la interiorización o cultivo del espíritu, y por esto casi la totalidad de espiritualidades son de carácter religioso. Gracias a esto, hoy descubrimos que la espiritualidad, religiosa o no, es un requisito fundamental para la reconciliación humana y ambiental, porque nos ayuda a detener la máquina consumista y depredadora que hemos construido y jerarquizar nuestros valores como sociedad. No está de más recordarlo en este tiempo de Navidad.